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María y Tú

El largo y silencioso itinerario de la Virgen que se inició con el "Fiat" gozoso de Nazaret y se cubrió de oscuros presagios en la presentación del Primogénito en el templo, encontró en el Calvario su coronamiento salvífico. "La Madre miraba con ojos de piedad las llagas del Hijo, de quien sabía que iba a venir la redención del mundo" (ib., 49). Crucificada con el Hijo crucificado (cf. Gál 2, 20), contemplaba con angustia de Madre y con heroica fe de discípula, la muerte de su Dios; "consintiendo amorosamente en la inmolación de la Víctima que Ella misma había engendrado" (Lumen Gentium, 58) para ese Sacrificio.

Entonces pronunció su último "Fiat", cumpliendo la voluntad del Padre en favor nuestro y acogiéndonos a todos como a hijos, en virtud del testamento de Cristo: "Mujer, he ahí a tu hijo" (Jn 19, 26)."He ahí a tu Madre", dijo; "y el discípulo la acogió en su casa" (Jn 19, 27): el discípulo virgen acogió a la Virgen Madre como su luz, su tesoro, su bien, como el don más querido heredado del Señor. Y la amó tiernamente con corazón de hijo. "Por esto, no me maravillo -escribe Ambrosio- de que haya narrado los divinos misterios mejor que los otros aquel que tuvo frente a sí a la morada de los misterios celestes" (Ambrosio, ib., 50).

Jóvenes: Acoged también vosotros a María en vuestro corazón y en vuestra vida: que sea Ella la idea inspiradora de vuestra fe, la estrella luminosa de vuestro camino pascual, para construir un mundo nuevo en la luz del Resucitado, esperando la Pascua eterna del reino.

Jubileo de los Jóvenes, Abril de 1984