Sta. Teresa de Lisieux

1873-1897
Santoral: 1ero de octubre

A su manera, Santa Teresa de Lisieux utilizó el viaje de sus reliquias por Canadá en el otoño de 2001 para repetir su mensaje de que tenemos que tener fe en la misericordia y en el amor del Señor.

Conocida por millones de personas como "La Florecita", Thérèse Martín nació en un pequeño pueblo de Normandía en el año 1873. Después de perder a uno de sus padres, insistió hasta que el Papa León XIII en 1888 -a pesar de todas las normas en contrario- le permitió convertirse en una hermana Carmelita a los 15 años.

La menor de cinco hermanas, salió de un entorno familiar de protección para entrar a un monasterio carmelita enclaustrado. Dentro de su convento, Teresita tenía una mente y un corazón que no conocía fronteras. Ella declaró que sería el Corazón de la Iglesia. En el claustro, tenía la responsabilidad de cuidar a las nuevas hermanas que entraban a la orden.

Tenía poco más de veinte años cuando enfermó gravemente de tuberculosis. Uno de los grandes sufrimientos de Teresita fue la privación de recibir la Eucaristía. La última vez que recibió la comunión fue el 19 de agosto, un poco más de un mes antes de su muerte. Murió el 30 de septiembre de 1897 a los 24 años, después de una larga batalla contra la tuberculosis.

Algunos años después de su muerte en 1897, se la conoció en todo el mundo por su "simple manera" de sencillez: hacer cosas pequeñas y cumplir con las obligaciones diarias. Se convirtió en un modelo de santidad para una cantidad incontable de gente común en el mundo entero.

Con la publicación de sus manuscritos en 1956, se conoció a la verdadera Teresita - no la dulce versión que la piedad sentimental de su tiempo podría sugerir - sino una testigo viviente de la proclamación del Evangelio: "Bienaventurados los puros de corazón, porque verán a Dios" (Mateo 5:8).

Beatificada en abril de 1923, fue canonizada dos años más tarde el 17 de mayo de 1925. Durante la Jornada Mundial de la Juventud 1997 en París, el Papa Juan Pablo II anunció su intención de proclamar a Sta. Teresa de Lisieux Doctora de la Iglesia a fines de ese año. El Domingo de Misión en octubre de 1997, el Papa Juan Pablo II le dio el título más importante, como reconocimiento de la influencia excepcional de su espiritualidad en todo el mundo.

Es irónico que nunca se haya realizado el deseo de la joven Teresita de unirse a un grupo de Carmelitas dirigido a la fundación de una misión en Hanoi (Vietnam). Sin embargo, fue el plan de Dios que más tarde fuera proclamada por el Papa Pío XI como Patrona de las Misiones.

El Papa Juan Pablo II proclamó a Sta. Teresa de Lisieux como la tercera Doctora de la Iglesia, uniéndose a las Santas Teresa de Ávila y Catalina de Siena que fueron proclamadas en 1970 por el Papa Pablo VI. Hasta 1970, había 32 doctores de la Iglesia, todos hombres.

Como la teóloga más joven de la Iglesia, sus escritos y su vida enfatizaron el amor de Jesús y la misericordia de Dios. El Santo Padre, en su emocionante homilía para la ocasión de su "doctorado", dijo: "No pudo concurrir a la universidad ni realizar estudios organizados. Murió joven, y sin embargo, hoy se la honra con el título de doctora, un reconocimiento innegable, que la eleva en la consideración de toda la comunidad cristiana, mucho más allá de lo que podría haber hecho un 'título académico'. ...En una cultura racionalista, una cultura en la que muy a menudo el materialismo práctico está presente, ella sugirió, con una simplicidad privativa, 'la simple manera' que, volviendo a lo fundamental de las cosas, conduce al secreto de toda existencia: la Divina Caridad que rodea y está presente en todo asunto humano..." Entonces ¿por qué necesitamos a otra Doctora de la Iglesia? Necesitamos a Teresita como Doctora de la misericordia de Dios porque vivió en el mismo mundo en que vivimos, un mundo de ciencia y tecnología, en el cual un gran porcentaje de la gente no cree en Dios o al menos no acepta la afirmación de que Jesús sea el señor del universo. Teresita nos habla en el aquí y ahora de este extraordinario momento en la historia. Luchó con tantos de los muchos cuestionamientos con los que los jóvenes luchan en la actualidad. Su propia fe era una fe asediada durante el último año y medio de su vida. Amaba a los ateos y deseaba darles el consuelo del Evangelio.

En los últimos días de su vida, tuvo la tentación de suicidarse y confesó para sorpresa que más personas con dolor y en peligro no se destruyen, especialmente si no creen en Dios. Necesitamos a alguien en quien nos podamos ver a nosotros mismos, con nuestras pobres debilidades humanas y toda la ansiedad y ataques de pánico, que muchos de nosotros padecemos.

Hay otra forma de considerar su título de "doctora". No es Teresita quien lo necesita sino nosotros. Primero y principal los doctores curan a los enfermos, los destrozados, los heridos. Necesitamos ser sanados por Teresita y su pequeño camino de amor y misericordia. Al ponerla en el cargo de doctora y poner sobre sus hombros el título de doctora, la Iglesia nos llama a que todos nos sentemos a los pies de esta asombrosa joven, a releer las páginas del Evangelio y a ser llenados nuevamente con su luz, para que podamos convertirnos verdaderamente en sal de la tierra y luz del mundo. Sta. Teresa de Lisieux, Florecita, Doctora de la Iglesia, patrona de la Jornada Mundial de la Juventud: sánanos y ora por nosotros, mientras pasas tu cielo haciendo el bien en la tierra.

Fuente: Página oficial de Toronto