VATICANO, 22 Mar. 02 (ACI).- Durante el festivo encuentro que sostuvo el jueves por la tarde con más de 20,000 jóvenes romanos que se preparan para participar en la Jornada Mundial de la Juventud rumbo a Toronto 2002, el Papa Juan Pablo II exhortó a los jóvenes a ser "sal de la tierra y a luz del mundo", haciendo buen uso de su libertad.

Como preludio de la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud a nivel diocesano el Domingo de Ramos y de la JMJ que tendrá lugar en el mes de julio en Toronto (Canadá), el Pontífice se encontró con los jóvenes que repletaron la Plaza San Pedro con intervenciones, cantos, oraciones y emotivos testimonios de fe, como el dado por dos hermanos de Canadá cuyo padre perdió la vida en el ataque terrorista a las Torres Gemelas de Nueva York.

El discurso del Papa, que se reunió al festival juvenil a las 6:00 p.m. -hora local- se centró en el tema de la Jornada Mundial de la Juventud "Vosotros sois la sal de la tierra... vosotros sois la luz del mundo".

La dificultad de ser jóvenes hoy

El Pontífice se aproximó a los jóvenes expresando su comprensión por las dificultades que enfrentan: "Las múltiples propuestas que llegan de diversas partes a vuestra conciencia, no os ayudan ciertamente a individuar con facilidad aquel prodigioso designio de vida que tienen a Cristo como centro unificador y propulsor".

"¿No es verdad -preguntó el Papa- que algunos de vuestros coetáneos viven al momento, eligiendo de vez en cuando lo que les resulta más cómodo?

La respuesta: la oración

"¡Escuchadme!", exhortó enérgicamente el Santo Padre: "Si no dedicáis tiempo a la oración y no os dejáis ayudar por una guía espiritual, la confusión del mundo puede llegar incluso a sofocar la voz de Dios".

"Me habéis preguntado: ¿Qué tenemos que hacer para ser sal de la tierra y luz del mundo? Para responder tenemos que recordar antes que nada que Dios ha creado al hombre a su imagen, destinándolo a esa vocación primera y fundamental que es la comunión con El".

Cuidado con el uso de la libertad

Juan Pablo II abordó luego una clara y profunda explicación del sentido de la libertad humana, especialmente durante el tiempo de la juventud: "Precisamente porque hemos sido creados a imagen de Dios, hemos recibido de El también ese gran don que es la libertad. Si no se ejerce bien, sin embargo, la libertad puede llevarnos lejos de Dios". "Puede hacernos perder la dignidad de la que nos ha revestido. Cuando no está plasmada por el Evangelio, la libertad puede transformarse en esclavitud: la esclavitud del pecado y de la muerte eterna", agregó.

Por eso, el Pontífice exhortó: "Jóvenes del nuevo milenio, ¡no uséis mal vuestra libertad! ¡No estropeéis la gran dignidad de hijos de Dios que os ha sido dada! Someteos solamente a Cristo". "De este modo descubriréis que solo adhiriendo a la voluntad de Dios podemos ser luz del mundo y sal de la tierra".