Sucedió en San Rafael -Mendoza- Argentina.
Quería contarles una breve historia de una niña santa: Antonella Scollo, 4ª hija de 6, de la profesora de Biología del colegio, Claudia Vergani.
A los 2 añitos enfermó de leucemia. En el momento de enterarse, los padres se abrazaron y dijeron la cita de Job: "Dios nos la dio, Dios nos la quitó; bendito sea Dios". Hicieron todo por la nena. Le regalaron para que la acompañara una estampita del Padre Pío. Nadie en su familia conocía su vida. Ella contaba su vida, certera, y con anécdotas del Santo Padre Pío que nadie conocía y que después verificaron como reales. Cuando iba a que la atendieran, en el Hospital Noti de Mendoza, le decía a su médico, ateo, que si no le daba un beso a su Padre Pío no se dejaba atender. Dos años más tarde, lo que este mismo médico atribuyó como a un milagro, sanó. Le dijeron que si pasaba los 6 años y no tenía recaída, estaba completamente curada.
Estuvo dos años sanita. Ella vivía una vida de intimidad con Dios y con "su" Padre Pío. Pequeñita le decía a su mamá que el P. Pío no solo le dolían las manitos, por los estigmas que tenía, sino también los pies. Investigando, se enteraron de que el Padre, tenía también estigmas en los pies, y que él, por los pecadores, andaba descalzo, por eso decía esto Antonella. A los 6 años volvió a recaer. Recibió su Primera Comunión y confirmación. Todos los días su abuela le llevaba la comunión a la que ella esperaba ansiosa. Estuvo nuevamente en tratamiento, al que parecía que reaccionaba bien. Hace ya un mes que el matrimonio junto con Antonella viajó a Mendoza para hacerle una aplicación de radioterapia y fue allí cuando el médico les dijo que no había más remedio y les propuso un tratamiento doloroso con corticoides para hacerla vivir tres meses en el hospital o llevársela a la casa sin muchas esperanzas.
Ella contaba que con su marido se abrazaron, él se largó a llorar y ella le pidió que le repitiera las palabras que él le había dicho en ese lugar cuando se enteraron que Antonela tenía leucemia: "Dios nos la dio, Dios nos la quitó; bendito sea Dios". Decidieron no ponerle límites a Dios y traérsela a la casa para que muriera feliz, y trasladarla nuevamente a San Rafael, a un pueblo llamado Goudge. Cuando la tuvieron allí hacían todo lo que a ella le gustaba y como veían que las dosis de morfina eran muy fuertes y la hacían dormir mucho tiempo decidieron de común acuerdo, sin autorización del médico, quitársela de a poco. Eso significaba más dolor físico para Antonella, del que jamás se quejó, ni aún cuando agonizaba y tenía el rostro desfigurado del dolor y le caían lágrimas del mismo. Claudia nos dijo: "yo quiero que ella disfrute de sus hermanitos, además...(hizo un silencio) yo no sé si mi hija en su relación con Dios quiere ofrecerle esos dolores para los bienes que sólo Él tiene pensados y yo con el calmante la privó de esa hermosa posibilidad".
Demás está decir que Antonela no era una niña cualquiera, era un ser extraordinario. Veía al Padre Pío y charlaba con él, conocía a Santa Gemma y nadie le hablaba de ella. Realmente, al igual que estos Santos siguió completando en su cuerpo la Pasión de Cristo. Hace dos semanas que fuimos a visitarlos. Antonella estaba bastante decaída a causa del grave estado de salud y de las aplicaciones de morfina que últimamente estaba recibiendo. Claudia ya tenía el corazón preparado por Dios para entregarle su hija, "así como Dios me preparó el corazón cuando estaba de novia para darle todos los hijos que él quisiera sin ponerle impedimentos, ahora me lo está preparando para devolvérselos" nos dijo, firmemente convencida de lo que decía. En otro momento, nos contó que apenas supo que el Papa había muerto se puso a rezarle para que le sanara a su hija; pero al poco tiempo, reaccionó y le dijo que ella no debía pedirle eso, sino que se hiciera la Voluntad de Dios.
El miércoles en la mañana, 27 de abril, a las 10:00am. nos enteramos de que a las 6:45 am había fallecido Antonella Scollo (6 años), hija de la tan querida profesora del Colegio, Claudia Vergani. Inmediatamente con las alunmas y profesores nos pusimos en ronda en la galería central del edificio del secundario y rezamos un Rosario por el alma de Antonella y por la fortaleza de Claudia y de toda su familia.
En el velorio, Claudia nos contaba: "Esta madrugada cuando mi intuición de madre me decía que la historia llegaba a su fin, me arrodillé al lado de su camita y con la voz entrecortada me puse a cantarle las dos canciones que a ella más le gustaban; Alabado sea el Santísimo y Cantad a María."
Es un testimonio de vida que quería compartir con todos ustedes, para que también se los cuenten a sus hijos, y, para que sepan educarlos en el sacrificio para llegar un día a tener niños santos, que es por lo que Dios les da a cada madre sus hijos en la tierra, para un día lleguen a gozar de las alegrías de la vida eterna.
Pido también oraciones por la fortaleza de su familia.
Unidos en la oración y en cada Santa Misa.
Hermana María de la Alegría.