Ángelus

Queridos hermanos y hermanas:

En este domingo, que sigue a Pentecostés, celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad. Gracias al Espíritu Santo, que ayuda a comprender las palabras de Jesús y guía a la verdad completa (cf. Jn 14, 26; 16, 13), los creyentes pueden conocer, por decirlo así, la intimidad de Dios mismo, descubriendo que él no es soledad infinita, sino comunión de luz y de amor, vida dada y recibida en un diálogo eterno entre el Padre y el Hijo en el Espíritu Santo, como dice san Agustín, Amante, Amado y Amor.

En este mundo nadie puede ver a Dios, pero él mismo se dio a conocer de modo que, con el apóstol san Juan, podemos afirmar: "Dios es amor" (1 Jn 4, 8. 16), "hemos conocido el amor que Dios nos tiene, y hemos creído en él" (Deus caritas est, 1; cf. 1 Jn 4, 16). Quien se encuentra con Cristo y entra en una relación de amistad con él, acoge en su alma la misma comunión trinitaria, según la promesa de Jesús a los discípulos: "Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos morada en él" (Jn 14, 23).

Todo el universo, para quien tiene fe, habla de Dios uno y trino. Desde los espacios interestelares hasta las partículas microscópicas, todo lo que existe remite a un Ser que se comunica en la multiplicidad y variedad de los elementos, como en una inmensa sinfonía. Todos los seres están ordenados según un dinamismo armonioso, que analógicamente podemos llamar "amor". Pero sólo en la persona humana, libre y racional, este dinamismo llega a ser espiritual, llega a ser amor responsable, como respuesta a Dios y al prójimo en una entrega sincera de sí. En este amor, el ser humano encuentra su verdad y su felicidad. Entre las diversas analogías del misterio inefable de Dios uno y trino que los creyentes pueden vislumbrar, quisiera citar la de la familia, la cual está llamada a ser una comunidad de amor y de vida, en la que la diversidad debe contribuir a formar una "parábola de comunión".

Obra maestra de la santísima Trinidad, entre todas las criaturas, es la Virgen María: en su corazón humilde y lleno de fe Dios se preparó una morada digna para realizar el misterio de la salvación. El Amor divino encontró en ella una correspondencia perfecta, y en su seno el Hijo unigénito se hizo hombre. Con confianza filial dirijámonos a María, para que, con su ayuda, progresemos en el amor y hagamos de nuestra vida un canto de alabanza al Padre por el Hijo en el Espíritu Santo.

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Después del Ángelus

El próximo jueves, 15 de junio, tendrá lugar en Roma la tradicional procesión del Corpus Christi. A las 19, en el atrio de la basílica de San Juan de Letrán, presidiré la santa misa, al final de la cual acompañaremos solemnemente el santísimo Sacramento a lo largo de vía Merulana hasta la plaza de Santa María la Mayor, donde impartiré la bendición eucarística. Invito a los fieles de Roma y a los peregrinos a participar en gran número en esta cita, que expresa la fe y el amor de la comunidad cristiana a su Señor presente en la Eucaristía.

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española, especialmente a los fieles de las parroquias: Nuestra Señora de Sonsoles, de Madrid; Nuestra Señora de la Soledad, de Torrejón de Ardoz; Santa Joaquina Vedruna, de Barcelona; a los alumnos del colegio Sant Josep, de Reus, y a los miembros de la Obra de la Iglesia. Que el amor de Dios, manifestado en el misterio de la santísima Trinidad, os impulse a dar en todo momento un testimonio coherente de caridad. ¡Feliz domingo!