San Pío X, Papa (Memoria)

agosto 21, 2025

Color: Blanco

Lecturas diarias:

  • Primera Lectura

    Jueces 11:29-39

    29El espíritu del Señor vino sobre Jefté, que atravesó Galaad y Manasés, pasó a Mispá de Galaad y desde allí hacia los amonitas.
    30Hizo Jefté un voto al Señor diciendo:
    —Si pones en mis manos a los amonitas,
    31quien me salga al encuentro por las puertas de mi casa cuando regrese en paz después de luchar con los amonitas será para el Señor, lo ofreceré en holocausto.
    32Jefté se dirigió hacia los amonitas, luchó contra ellos, y el Señor los puso en sus manos.
    33Los batió desde Aroer hasta llegar a Minit: veinte ciudades, y hasta Abel–Cramim, infligiéndoles muy grandes pérdidas; de modo que los amonitas se doblegaron ante los israelitas.
    34Cuando Jefté volvía a su casa en Mispá, su hija salió a su encuentro con tamboriles y danzas. Era hija única, ya que no tenía otros hijos ni hijas.
    35Al verla, rasgó sus vestiduras y dijo:
    —¡Ay, hija mía! Me has dejado completamente abatido. Tú has venido a ser la causa de mi aflicción. Yo he hecho una promesa al Señor, y no puedo echarme atrás.
    36Ella le contestó:
    —Padre mío, ya que abriste tu boca ante el Señor, haz conmigo lo que prometiste puesto que el Señor te ha concedido desquitarte de tus enemigos, los amonitas.
    37Y le dijo a su padre:
    —Hazme este favor: déjame dos meses para que vaya a vagar por los montes y llore por mi virginidad junto con mis compañeras.
    38Él respondió:
    —Vete. Y la dejó marchar durante dos meses. Ella se fue con sus compañeras a llorar por su virginidad en los montes.
    39Al cabo de dos meses volvió junto a su padre que cumplió con ella el voto que había hecho, sin que hubiera conocido a varón. Y se estableció la costumbre en Israel

  • Salmo Responsorial

    Salmo 40:5, 7-10

    5Dichoso el hombre que pone en el Señor su confianza,
    y no se vuelve hacia los soberbios, ni a los proclives a la mentira.
    7No quisiste sacrificio ni ofrenda,
    pero me abriste el oído. No pediste holocausto ni sacrificio de expiación;
    8entonces dije: «Aquí estoy
    —como está escrito acerca de mí en el Libro—
    9para hacer tu voluntad, Dios mío».
    Ése es mi querer, pues llevo tu Ley dentro de mí.
    10He anunciado la justicia en la gran asamblea;
    no he cerrado mis labios, Señor, Tú lo sabes bien.

  • Evangelio

    Mateo 22:1-14

    1Jesús les habló de nuevo con parábolas y dijo:
    2—El Reino de los Cielos es como un rey que celebró las bodas de su hijo,
    3y envió a sus siervos a llamar a los invitados a las bodas; pero éstos no querían acudir.
    4Nuevamente envió a otros siervos diciéndoles: «Decid a los invitados: mirad que tengo preparado ya mi banquete, se ha hecho la matanza de mis terneros y mis reses cebadas, y todo está a punto; venid a las bodas».
    5Pero ellos, sin hacer caso, se marcharon: quien a su campo, quien a su negocio.
    6Los demás echaron mano a los siervos, los maltrataron y los mataron.
    7El rey se encolerizó, y envió a sus tropas a acabar con aquellos homicidas y prendió fuego a su ciudad.
    8Luego les dijo a sus siervos: «Las bodas están preparadas pero los invitados no eran dignos.
    9Así que marchad a los cruces de los caminos y llamad a las bodas a cuantos encontréis».
    10Los siervos salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos; y se llenó de comensales la sala de bodas.
    11Entró el rey para ver a los comensales, y se fijó en un hombre que no vestía traje de boda;
    12y le dijo: «Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin llevar traje de boda?» Pero él enmudeció.
    13Entonces el rey les dijo a los servidores: «Atadlo de pies y manos y echadlo a las tinieblas de afuera; allí habrá llanto y rechinar de dientes».
    14Porque muchos son los llamados, pero pocos los elegidos.

  • Primera Lectura

    1 Tesalonicenses 2:2-8

    2sino que, como sabéis, después de haber padecido sufrimientos e injurias en Filipos, tuvimos confianza en nuestro Dios para predicaros el Evangelio de Dios en medio de muchos combates.
    3Nuestra exhortación no procede, por eso, del error ni de la impureza, ni es engañosa.
    4Al contrario, ya que Dios nos ha encontrado dignos de confiarnos el Evangelio, hablamos no como quien busca agradar a los hombres, sino a Dios, que ve el fondo de nuestros corazones.
    5Como sabéis, nunca nos hemos movido con palabras aduladoras, ni por avaricia disimulada —Dios es testigo—,
    6ni buscando gloria humana, ni de vosotros ni de nadie.
    7Aunque, como apóstoles de Cristo, podríamos haber impuesto el peso de nuestra autoridad, sin embargo nos comportamos con dulzura entre vosotros. Como una madre que da alimento y calor a sus hijos,
    8así, movidos por nuestro amor, queríamos entregaros no sólo el Evangelio de Dios, sino incluso nuestras propias vidas, ¡tanto os llegamos a querer!

  • Salmo Responsorial

    Salmo 89:2-5, 21-22, 25, 27

    2Las misericordias del Señor cantaré eternamente;
    de generación en generación anunciaré con mi boca tu fidelidad.
    3Pues he dicho:
    «La misericordia está edificada para siempre; tu fidelidad está firme en los cielos».
    4«Una alianza sellé con mi elegido,
    juré a David, mi siervo:
    5“Afirmaré tu descendencia para siempre,
    construiré tu trono por todas las generaciones”». (Pausa)
    21He hallado a David, mi siervo,
    lo he ungido con mi óleo santo.
    22Mi mano estará firme con él,
    mi brazo le hará fuerte.
    25Con él estarán mi fidelidad y misericordia,
    y en mi Nombre será exaltado su poder.
    27Él me invocará: “Tú eres mi Padre,
    mi Dios, la Roca de mi salvación”.

  • Evangelio

    Juan 21:15-17

    15Cuando acabaron de comer, le dijo Jesús a Simón Pedro:
    —Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos? Le respondió: —Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Le dijo: —Apacienta mis corderos.
    16Volvió a preguntarle por segunda vez:
    —Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Le respondió: —Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Le dijo: —Pastorea mis ovejas.
    17Le preguntó por tercera vez:
    —Simón, hijo de Juan, ¿me quieres? Pedro se entristeció porque le preguntó por tercera vez: «¿Me quieres?», y le respondió: —Señor, tú lo sabes todo. Tú sabes que te quiero. Le dijo Jesús: —Apacienta mis ovejas.