Santo Tomás de Aquino, Presbítero, Doctor de la Iglesia (Memoria)

enero 28, 2025

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Lecturas diarias:

  • Primera Lectura

    Hebreos 10:1-10

    1Puesto que la Ley posee sólo una sombra de los bienes futuros y no la verdadera imagen de las cosas, no puede jamás, mediante los mismos sacrificios que no cesa de presentar todos los años, hacer perfectos a los que se acercan con ellos.
    2Si no fuera así, los que rinden culto, al considerarse definitivamente purificados, por no tener ya conciencia alguna de pecado, ¿no dejarían de ofrecerlos?
    3Por el contrario, con ellos se renueva cada año el recuerdo de los pecados,
    4porque es imposible que la sangre de toros y machos cabríos borre los pecados.
    5Por eso, al entrar en el mundo, dice:
    Sacrificio y ofrenda no quisiste, pero me preparaste un cuerpo;
    6los holocaustos y sacrificios por el pecado
    no te han agradado.
    7Entonces dije:
    «Aquí vengo, como está escrito de mí al comienzo del libro, para hacer, oh Dios, tu voluntad».
    8Después de haber dicho antes: No quisiste ni te agradaron sacrificios y ofrendas ni holocaustos y víctimas expiatorias por el pecado —cosas que se ofrecen según la Ley—,
    9añade luego: Aquí vengo para hacer tu voluntad. Deroga lo primero para instaurar lo segundo.
    10Y por esa voluntad somos santificados de una vez para siempre, mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo.

  • Salmo Responsorial

    Salmo 40:2, 4, 7-8, 10-11

    2Esperaba confiadamente en el Señor;
    Él se inclinó a mí y escuchó mi clamor.
    4Ha puesto en mi boca un cántico nuevo,
    una alabanza a nuestro Dios. Muchos, al verlo, temerán y esperarán en el Señor.
    7No quisiste sacrificio ni ofrenda,
    pero me abriste el oído. No pediste holocausto ni sacrificio de expiación;
    8entonces dije: «Aquí estoy
    —como está escrito acerca de mí en el Libro—
    10He anunciado la justicia en la gran asamblea;
    no he cerrado mis labios, Señor, Tú lo sabes bien.
    11No he escondido tu justicia dentro de mi corazón;
    he proclamado tu fidelidad y tu salvación, no he ocultado tu bondad y tu lealtad a la gran asamblea.

  • Evangelio

    Marcos 3:31-35

    31Vinieron su madre y sus hermanos y, quedándose fuera, enviaron a llamarlo.
    32Y estaba sentada a su alrededor una muchedumbre, y le dicen:
    —Mira, tu madre, tus hermanos y tus hermanas te buscan fuera.
    33Y, en respuesta, les dice:
    —¿Quién es mi madre y quiénes mis hermanos?
    34Y mirando a los que estaban sentados a su alrededor, dice:
    —Éstos son mi madre y mis hermanos:
    35quien hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre.

  • Primera Lectura

    Sabiduría 7:7-10, 15-16

    7Por eso, rogué prudencia y se me concedió;
    invoqué un espíritu de sabiduría y vino a mí.
    8La antepuse a cetros y tronos
    y, comparada con ella, tuve en nada la riqueza.
    9La piedra más preciosa no la iguala,
    porque, a la vista de ella, todo el oro es un poco de arena y, ante ella, la plata vale lo que el barro.
    10La quise más que la salud y la belleza
    y preferí tenerla como luz, porque su resplandor no tiene ocaso.
    15Que Dios me conceda hablar juiciosamente
    y tener sentimientos dignos de los dones recibidos, pues Él es el guía de la sabiduría y el que dirige rectamente a los sabios.
    16En sus manos estamos nosotros y nuestras palabras,
    el ser prudentes y el saber obrar.

  • Salmo Responsorial

    Salmo 119:9-14

    9(Bet) ¿Cómo podrá un joven mantener limpio su sendero?
    Guardando tus palabras.
    10Con todo el corazón te busco;
    no permitas que me desvíe de tus mandamientos.
    11En mi corazón he guardado tus palabras
    para no pecar contra ti.
    12Bendito eres, Señor,
    enséñame tus preceptos.
    13Con mis labios proclamo
    todas las normas de tu boca.
    14En el camino de tus preceptos me deleito
    más que en todas las riquezas.

  • Evangelio

    Mateo 23:8-12

    8Vosotros, al contrario, no os hagáis llamar rabbí, porque sólo uno es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos.
    9No llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque sólo uno es vuestro Padre, el celestial.
    10Tampoco os dejéis llamar doctores, porque vuestro doctor es uno sólo: Cristo.
    11Que el mayor entre vosotros sea vuestro servidor.
    12El que se ensalce será humillado, y el que se humille será ensalzado.