Feria

febrero 1, 2022

Color: Verde

Lecturas diarias:

  • Primera Lectura

    2 Samuel 18:9-10, 14, 24-25, 30--19:3

    18
    9Absalón casualmente se encontró frente a los hombres de David. Iba montado en un mulo y, al pasar el mulo por debajo del ramaje denso de una gran encina, la cabeza de Absalón se enredó en ella. Él quedó suspendido entre el cielo y la tierra, mientras el mulo que montaba siguió su camino.
    10Un hombre lo vio y fue a comunicárselo a Joab:
    —He visto a Absalón colgado de una encina.
    14Entonces dijo Joab:
    —No quiero perder el tiempo contigo. Tomó entonces tres dardos en su mano y los clavó en el corazón de Absalón que todavía respiraba colgado del árbol.
    24David estaba sentado entre las dos puertas. El centinela subió a la terraza de la puerta del lado de la muralla, levantó los ojos y vio a un hombre corriendo solo;
    25entonces dio un grito y advirtió al rey. Éste le dijo:
    —Si viene solo, es buena la noticia que trae. Al ir acercándose más,
    30El rey le dijo:
    —Apártate y quédate ahí. Se apartó y esperó.
    31Entonces llegó el cusita y dijo:
    —Traigo buenas noticias para mi señor, el rey. El Señor hoy te ha hecho justicia librándote de la mano de todos los que se levantaron contra ti.
    32Dijo entonces el rey al cusita:
    —¿Está bien el joven Absalón? El cusita contestó: —Que les suceda como a ese joven a todos los enemigos de mi señor, el rey, y a cuantos se levanten contra ti para hacerte daño.
    19
    1Entonces el rey se conmovió, subió a la estancia que está sobre la puerta de la ciudad y lloró. Entre lágrimas decía:
    —¡Hijo mío! ¡Absalón! ¡Hijo mío, hijo mío, Absalón! Si yo pudiera haber muerto en tu lugar, Absalón, hijo mío, hijo mío.
    2Y se lo comunicaron a Joab:
    —El rey está llorando y haciendo luto por Absalón.
    3Así, aquel día la victoria se cambió en luto para toda la tropa, pues aquel día todos oyeron decir: «El rey está desolado por su hijo».

  • Salmo Responsorial

    Salmo 86:1-6

    1Plegaria. De David.
    Inclina tu oído, Señor, escúchame, que soy pobre y desvalido.
    2Guarda mi alma, que soy un fiel tuyo.
    Dios mío, salva a tu siervo que confía en Ti.
    3Ten piedad de mí, Señor mío,
    que te invoco todo el día.
    4Alegra la vida de tu siervo,
    que a Ti, Señor, levanto mi alma.
    5Pues Tú, Señor, eres bueno e indulgente,
    rico en misericordia con los que te invocan.
    6Escucha, Señor, mi plegaria,
    atiende a la voz de mi súplica.

  • Evangelio

    Marcos 5:21-43

    21Y tras cruzar de nuevo Jesús en la barca hasta la orilla opuesta, se congregó una gran muchedumbre a su alrededor mientras él estaba junto al mar.
    22Viene uno de los jefes de la sinagoga, que se llamaba Jairo. Al verlo, se postra a sus pies
    23y le suplica con insistencia diciendo:
    —Mi hija está en las últimas. Ven, pon las manos sobre ella para que se salve y viva.
    24Se fue con él, y le seguía la muchedumbre, que le apretujaba.
    25Y una mujer que tenía un flujo de sangre desde hacía doce años,
    26y que había sufrido mucho a manos de muchos médicos y se había gastado todos sus bienes sin aprovecharle de nada, sino que iba de mal en peor,
    27cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la muchedumbre y le tocó el manto
    28—porque decía: «Con que toque sus ropas, me curaré»—.
    29Y de repente se secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que estaba curada de la enfermedad.
    30Y al momento Jesús conoció en sí mismo la fuerza salida de él y, vuelto hacia la muchedumbre, decía:
    —¿Quién me ha tocado la ropa?
    31Y le decían sus discípulos:
    —Ves que la muchedumbre te apretuja y dices: «¿Quién me ha tocado?».
    32Y miraba a su alrededor para ver a la que había hecho esto.
    33La mujer, asustada y temblando, sabiendo lo que le había ocurrido, se acercó, se postró ante él y le dijo toda la verdad.
    34Él entonces le dijo:
    —Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda curada de tu dolencia.
    35Todavía estaba él hablando, cuando llegan desde la casa del jefe de la sinagoga, diciendo:
    —Tu hija ha muerto, ¿para qué molestas ya al Maestro?
    36Jesús, al oír lo que hablaban, le dice al jefe de la sinagoga:
    —No temas, tan sólo ten fe.
    37Y no permitió que nadie le siguiera, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago.
    38Llegan a la casa del jefe de la sinagoga, y ve el alboroto y a los que lloraban y a las plañideras.
    39Y al entrar, les dice:
    —¿Por qué alborotáis y estáis llorando? La niña no ha muerto, sino que duerme.
    40Y se burlaban de él. Pero él, haciendo salir a todos, toma consigo al padre y a la madre de la niña y a los que le acompañaban, y entra donde estaba la niña.
    41Y tomando la mano de la niña, le dice:
    —Talitha qum —que significa: «Niña, a ti te digo, levántate».
    42Y enseguida la niña se levantó y se puso a andar, pues tenía doce años. Y quedaron llenos de asombro.
    43Les insistió mucho en que nadie lo supiera, y dijo que le dieran a ella de comer.