Lecturas diarias:
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Primera Lectura
Tobías 11:5-17
5Ana estaba sentada mirando el camino por el que había de regresar su hijo.6Se dio cuenta de que éste regresaba y dijo al padre:
—Mira, se acercan tu hijo y el hombre que marchó con él.7Rafael dijo a Tobías antes de que éste se acercara a su padre:
—Sé que sus ojos se abrirán de nuevo.8Colócale la hiel del pez en sus ojos; exprime el medicamento y desaparecerán las manchas blancas de sus ojos. Tu padre recobrará la vista y verá la luz.9Ana salió corriendo, se arrojó al cuello de su hijo y exclamó:
—¡Hijo, te veo! ¡Ya puedo morir! Y se echó a llorar.10Tobit se levantó y dando tropiezos salió a la puerta del patio. Tobías corrió hacia él,11y con la hiel del pez en su mano, le sopló en los ojos, lo sostuvo y le dijo:
—¡Ánimo, padre! Le aplicó el medicamento y apretó.12Con una y otra mano le quitó las manchas blancas de las comisuras de sus ojos.13Tobit se abalanzó sobre el cuello de su hijo14y con lágrimas exclamó:
—Te veo, hijo, ¡luz de mis ojos! Y prosiguió: —¡Bendito sea Dios, bendito sea su gran nombre, benditos sean todos sus santos ángeles! ¡Protéjanos su gran nombre! ¡Benditos sean todos los ángeles por los siglos,15porque Tú me castigaste, y ahora veo a mi hijo Tobías!
Tobías entró en casa alegre y bendiciendo a Dios con toda su voz. Relató Tobías a su padre que había sido favorecido en su viaje y que había recobrado el dinero y había recibido como esposa a Sara, la hija de Ragüel, que también venía y estaba ya cerca de las puertas de Nínive.16Entonces Tobit salió, feliz y bendiciendo a Dios, hasta la puerta de Nínive al encuentro de su nuera. Los ninivitas, al ver venir a Tobit y que caminaba con todo vigor y sin ser llevado de la mano por nadie, quedaron admirados.17Tobit proclamaba ante ellos que Dios había tenido misericordia de él y que le había hecho recobrar la vista. Tobit se acercó a Sara, la esposa de su hijo Tobías, y la bendijo con estas palabras:
—¡Bienvenida seas, hija! ¡Bendito sea tu Dios que te ha traído hasta nosotros, hija! ¡Bendito sea tu padre, y bendito mi hijo Tobías, y también bendita tú, hija! Bienvenida a ésta tu casa con bendición y con gozo. ¡Entra, hija! Aquel día lo festejaron todos los judíos que vivían en Nínive. -
Salmo Responsorial
Salmo 146:1-2, 6-10
1¡Aleluya!
Alaba, alma mía, al Señor.2Alabaré al Señor mientras viva;
entonaré salmos a mi Dios mientras exista.6que hizo los cielos y la tierra,
el mar y cuanto hay en él; que guarda fidelidad eternamente;7que hace justicia a los oprimidos,
da pan a los hambrientos. El Señor libera a los cautivos;8el Señor abre los ojos a los ciegos;
el Señor endereza a los que se encorvan; el Señor ama a los justos.9El Señor guarda a los extranjeros,
sustenta al huérfano y a la viuda, pero tuerce el camino de los impíos.10El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de generación en generación. -
Evangelio
Marcos 12:35-37
35Y tomando Jesús la palabra, decía enseñando en el Templo:
—¿Cómo es que dicen los escribas que el Cristo es hijo de David?36El mismo David, movido por el Espíritu Santo, ha dicho:
Dijo el Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos bajo tus pies».37»El mismo David le llama «Señor». Entonces, ¿cómo va a ser hijo suyo?
Y una inmensa muchedumbre le escuchaba con gusto.
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Primera Lectura
Hechos 26:19-23
19»Así pues, rey Agripa, no fui desobediente a la visión celestial,20sino que primero a los de Damasco y Jerusalén, y luego por toda la región de Judea y a los gentiles, comencé a predicar que se arrepintieran y se convirtieran a Dios con obras dignas de penitencia.21Por este motivo intentaron matarme los judíos cuando me apresaron en el Templo.22Con la ayuda de Dios he permanecido hasta este día predicando a pequeños y grandes, sin enseñar otras cosas que las que los Profetas y Moisés dijeron que iban a suceder:23que el Cristo debía padecer y, después de ser el primero en resucitar de entre los muertos, iba a anunciar la luz al pueblo y a los gentiles. -
Salmo Responsorial
Salmo 117:1-2
1¡Aleluya!
Alabad al Señor todas las naciones, aclamadlo todos los pueblos.2Porque firme es con nosotros su misericordia,
la fidelidad del Señor permanece para siempre. -
Evangelio
Juan 10:11-16
11»Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por sus ovejas.12El asalariado, el que no es pastor y al que no le pertenecen las ovejas, ve venir el lobo, abandona las ovejas y huye —y el lobo las arrebata y las dispersa—,13porque es asalariado y no le importan las ovejas.14Yo soy el buen pastor, conozco las mías y las mías me conocen.15Como el Padre me conoce a mí, así yo conozco al Padre, y doy mi vida por las ovejas.16Tengo otras ovejas que no son de este redil, a ésas también es necesario que las traiga, y oirán mi voz y formarán un solo rebaño, con un solo pastor.

