Bertrand de Margerie S.J.

Dominus Iesus ha recordado que el sacramento del Orden es necesario en la sucesión apostólica para que haya una verdadera Iglesia. El Padre de Margerie responde a aquellos que discuten esta afirmación esencial

Sobre la cuestión de la sucesión apostólica, recordemos algunas afirmaciones capitales del concilio Vaticano II mencionadas por el Catecismo de la Iglesia Católica. Para que el Evangelio fuese guardado siempre en la Iglesia, los apóstoles transmitieron su cargo de enseñanza a los obispos. La predicación apostólica debía ser conservada a través de una sucesión ininterrumpida hasta el fin de los tiempos (CEC, 77). He ahí la sucesión apostólica. Quien escucha a los obispos, escucha a los apóstoles y a Cristo. Quien no escuche a los obispos se rehusará a escuchar a Cristo y a Aquél que lo ha enviado (CEC 86-2).

La sucesión apostólica estructura la Iglesia. Es transmitida por el sacramento del Orden (CEC 1087, 815). Sin obispos y sin presbíteros no se puede hablar, en sentido estricto, de Iglesia (CEC 1593), porque sin ellos no hay asamblea reunida alrededor de un altar para ofrecer el sacrificio de la Nueva Alianza. Se trata de “comunidades eclesiales”, recuerda el documento de la Santa Sede.

Las “comunidades eclesiales” son grupos de bautizados que aspiran, implícitamente, en virtud misma de su bautismo, a ofrecer la eucaristía y, por lo tanto, a recobrar el sacramento del Orden y la sucesión apostólica. Ellas quieren regresar al Padre en la fidelidad al mandato de Cristo: “Hagan esto en memoria mía”. Ellas se ofrecen así al Padre por él, en el Espíritu, a través de cada uno de sus miembros. Aunque han perdido el memorial, no han perdido la memoria.

Sus oblaciones son misteriosamente insertadas por Cristo en la gran y universal oblación que en cada misa la Iglesia Católica ofrece al Padre por la salvación del mundo1. En la medida en que tiendan hacia la sucesión apostólica, hacia el orden, hacia la substancia propia e integral del misterio eucarístico, están en camino de devenir, en el sentido pleno de la expresión Iglesias, iglesias particulares en la Iglesia Universal.

Bautizados o inclusive sacerdotes, cultivemos con esmero nuestra identidad cristiana. Ofrezcamos, a través del Sumo Sacerdote Jesucristo, el sacrificio de su Pasión para que las comunidades eclesiales, redescubriendo el Memorial, devengan iglesias particulares, en plena comunión con la Iglesia universal.

1 San Agustín, La ciudad de Dios, X, 6. Citado por Vaticano II, Ministerio y vida de los sacerdotes, § 13, 15. Comentado por B. De Margerie, Hagan esto en memoria mía. Beauchesne. 1989, pp. 299-30o y 319-331.


Traducido del francés por José Gálvez Krüger para ACI Prensa