"Ahora toca trabajar en un Belén, no en una Jerusalén grande. La transformación de la Iglesia empieza en lo pequeño en todos los sentidos, empieza en los pesebres, en los cenáculos y en las cruces de la vida. En ese sentido soy afortunado de poder reiniciar mi vida sacerdotal, misionera y pastoral en España desde lo pequeño", subrayó.
Además asegura estar muy agradecido porque considera que "el futuro de la Iglesia" pasa por esos "espacios donde no hay wifi, donde te encuentras con los mayores, con los agricultores de manos curtidas y agrietadas que se extienden al recibir al Señor, con gente sencilla y a la vez sabia, con el corazón de Murcia, que es huerta, que es árido".
"Yo es que no entiendo mi vocación como sacerdote si no es siendo misionero, para mí es lo mismo. Un sacerdote debe pensar en los que no vienen, en los que no están, y tender puentes para relacionarse con personas de otras culturas. Una Iglesia que no es misionera se está haciendo el harakiri japonés, está erosionando sus cimientos, porque la Iglesia o es misionera o no es Iglesia. Con esa actitud voy a donde tenga que ir, la misión va a estar siempre presente en mi vida y el día que yo no pueda físicamente, por edad o por enfermedad, mi oración y mi apoyo económico y espiritual será para los que sí puedan", subraya.
También subraya el apoyo que las religiosas clarisas le han proporcionado desde el día en el que fue enviado a la misión, "ellas han estado en misión conmigo, ellas me han apoyado, gracias a ellas he resistido 20 años y a mi vuelta fui a darles las gracias. Y sé que he estado en contemplación en su corazón, esa unión entre el corazón y las manos, esa es la Iglesia, esa es la hermosura: que no todos tenemos que hacerlo todo".