Es un valor que hay que custodiar y hacer crecer cada día, a través de la educación en el respeto de las diferencias y de las identidades específicas abiertas al diálogo y a la colaboración para el bien de todos, mediante el conocimiento y la estima recíproca. Es un don que se debe pedir siempre al Señor en la oración. Que Albania pueda continuar siempre en este camino, sirviendo de ejemplo e inspiración para muchos países.
Señor Presidente, tras el invierno del aislamiento y las persecuciones, ha llegado por fin la primavera de la libertad. A través de elecciones libres y nuevas estructuras institucionales, se ha consolidado el pluralismo democrático que ha favorecido también la recuperación de la actividad económica. Muchos, movidos por la búsqueda de trabajo y de mejores condiciones de vida, sobre todo al comienzo, tomaron el camino de la emigración y contribuyen a su modo al progreso de la sociedad albanesa. Otros muchos han descubierto las razones para permanecer en su patria y construirla desde dentro. El trabajo y los sacrificios de todos han contribuido a mejorar las condiciones generales.
La Iglesia Católica, por su parte, ha podido retomar una existencia normal, restableciendo su jerarquía y reanudando los hilos de una larga tradición. Se han edificado o reconstruido lugares de culto, entre los que destaca el Santuario de la Virgen del Buen Consejo en Scutari; se han fundado escuelas e importantes centros educativos y de asistencia, para toda la ciudadanía. La presencia de la Iglesia y su acción es percibida justamente como un servicio no sólo para la comunidad católica sino para toda la Nación.
La beata Madre Teresa, junto a los mártires que dieron testimonio heroico de su fe –a ellos va nuestro reconocimiento más alto y nuestra oración– ciertamente se alegran en el Cielo por el compromiso de los hombres y mujeres de buena voluntad para que florezca de nuevo la sociedad y la Iglesia en Albania.