La Iglesia, en su sabiduría, cuida la distinción entre el ser novios y el ser esposos, - no es lo mismo - sobre todo en vista de la delicadeza y profundidad de esta evaluación. Estemos atentos a no despreciar con un corazón ligero esta enseñanza sabia, que se nutre también de la experiencia del amor conyugal felizmente vivido. Los símbolos fuertes del cuerpo conservan las claves del alma: no podemos tratar los vínculos de la carne con ligereza, sin abrir alguna duradera en el espíritu.
Es verdad, la cultura y la sociedad de hoy se han vuelto, más bien, indiferentes a la delicadeza y a la seriedad de este paso. Y por otro lado, no se puede decir que sean generosos con los jóvenes que tienen serias intenciones de formar una familia y a ¡traer al mundo hijos! Es más, a menudo ponen mil obstáculos, mentales y prácticos. El noviazgo es un camino de vida que debe madurar como la fruta, es un camino de madurez en el amor, hasta el momento en que se convierte en matrimonio.
Los cursos prematrimoniales son una expresión especial de la preparación. Y nosotros vemos tantas parejas, que quizá llegan al curso un poco 'sin quererlo', "pero estos sacerdotes que nos hacen hacer un curso" Pero ¿por qué? ¡No sabemos! Y van a regañadientes. Pero después están contentos y agradecen, porque de hecho han encontrado allí la ocasión - ¡A menudo la única! – para reflexionar sobre su experiencia en términos no banales. Sí, muchas parejas están juntas tanto tiempo, quizá también en la intimidad, a veces conviviendo, pero no se conocen verdaderamente. Parece extraño, pero la experiencia demuestra que es así. Por eso, va revalorizado el noviazgo como tiempo de conocimiento recíproco y de compartir de un proyecto.
El camino de preparación al matrimonio viene configurado en esta perspectiva, valiéndose también del testimonio simple pero intenso de cónyuges cristianos. Y dirigiéndose también a lo esencial: la Biblia, de redescubrir juntos, en forma consciente; la oración en su dimensión litúrgica, pero también en aquella 'oración doméstica', para vivir en familia, los sacramentos, la vida sacramental, la Confesión, en la cual el Señor viene a demorar en los novios y los prepara para recibirse verdaderamente el uno al otro 'con la gracia de Cristo'; y la fraternidad con los pobres, con los necesitados, que nos provocan la sobriedad y el compartir. Los novios que se comprometen en esto crecen los dos y todo esto lleva a preparar una linda celebración del Matrimonio en forma distinta, ¡No mundano sino en modo cristiano!