El 24 de octubre de 1967, al concluir el Concilio Vaticano II, el Beato Papa Pablo VI publicó la encíclica Sacerdotalis Coelibatus, en la que explicó los motivos por los cuales la Iglesia considera digno "laicizar" a algunos sacerdotes, dispensándolos de la obligación de observar el celibato.
"La Iglesia quiere que, especialmente en estos casos, se tienten todos los medios persuasivos, con el fin de inducir al hermano vacilante a la calma, a la confianza, al arrepentimiento, a la recuperación, y solo cuando el caso ya no presenta solución alguna posible, se aparta al desgraciado ministro del ministerio a él confiado", indica el documento.
Sin embargo, un sacerdote que ha perdido el estado clerical sí puede confesar "válida y lícitamente a cualquier penitente que esté en peligro de muerte", según establece el Código de Derecho Canónico en el canon 976.
Esta última licencia ayuda a aclarar cómo el carácter sacerdotal y el poder de la ordenación acompañan al sacerdote a lo largo de su vida, sea cual sea el camino que haya tomado.