Además, "esta aprobación legislativa tiene el agravante de que muchas personas equiparan lo 'legalmente posible' con lo 'moralmente aceptable', es decir: 'si lo permite la ley, significa que está bien'. Y esta premisa es absolutamente errónea".
Ambas leyes, la del aborto y la de la eutanasia, "son contrarias a lo que conocemos como un acto médico, ya que la medicina busca salvaguardar la vida, y nunca eliminarla. La eutanasia y el aborto en ningún caso son actos médicos, pues no cumplen los fines de curar, aliviar o prevenir nada. Sólo eliminan una vida y, con ella, la esperanza, la posibilidad de descubrir a las grandes cosas a las que Dios nos llama, a aportar a la sociedad todos los dones con los que Dios adorna a cada uno de sus hijos… a fin de cuentas es, nuevamente, creernos que somos Dios y podemos dar y quitar la vida según nuestros intereses".
"También habrá quien piense que los cristianos queremos el sufrimiento de la persona. Nada más lejos de la realidad. Y, por eso, la Iglesia, que es Madre y Maestra, ante el sufrimiento y el final de la vida, nos invita a ayudar y acompañar a nuestros hermanos enfermos con los cuidados paliativos (cuántas familias podrían dar grandes testimonios de esos profesionales que visitan y atienden con una sonrisa de esperanza a personas gravemente enfermas) y a no prolongar la vida más de lo debido (lo que se conoce como encarnizamiento terapéutico) por medio del testamento vital", concluyó don Javier Vicente Sanz Lozano.
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