Al día siguiente, a los pocos minutos de comenzar la Misa, María sintió una voz que le dijo: "Bienvenida a casa".
"Cuando escuche esto en mi idioma, en mi interior, pensé que la altitud me había afectado y que cuando terminara iría a un centro sanitario. Pero volvía escuchar "bienvenida a casa, cuánto has tardado en amarme". Y ya supe dónde tenía que mirar, que era la cruz de Cristo, que me estaba hablando el Resucitado (…). De rodillas en el suelo, puse mi frente a la alfombra y solo lloraba por la tristeza de haberme alejado del amor de mi Padre, pero por otro lado de una inmensa alegría porque estaba experimentando la misericordia de Dios", explicó.
Según afirmó, vio muchos momentos de su vida, en los que había tomado decisiones por las que había echado al Señor de su vida, pero "pero en mi corazón solamente había paz, de un modo que nunca había sentido antes y me sentí perdonada, amada, bendecida, resucitada".
"No importa lo que hubiera sucedido hasta ahora, porque los pecados cogen una magnitud desoladora. Porque me dijo que esa es la misericordia, solo importa lo que sucederá de ahora en adelante juntos. Cogí esa mano, abrí los ojos y yo era otra. Habían pasado 3 horas, y para mí fueron décimas de segundo. Las 9 hermanas habían estado a mi lado orando porque estaban siendo conscientes de lo que estaba sucediendo. Cuando levanté la frente del suelo, yo era otra. Y ellas me dijeron que a partir de ese momento me llamaba María, porque María es la mujer de la espera en el amor, la espera en la fe y la espera en la esperanza", relató.