Reconoció el Pontífice que "al promocionar estos valores y este estilo de vida con frecuencia se va a contracorriente, pero, recordémoslo siempre, no estamos solos. Dios se ha hecho cercano a nosotros. No con palabras, sino con su presencia: en Jesús, Dios se ha encarnado".
"Con Jesús hecho hermano nuestro reconocemos en cada hombre un hermano, en cada mujer una hermana. Animados por esta comunión universal, como comunidad creyente, podemos colaborar sin miedo con cada uno por el bien de todos: sin cierres, sin visiones excluyentes, sin prejuicios".
"Como cristianos estamos llamados a un amor sin fronteras y sin límites, signo y testimonio de que se puede andar más allá de los muros del egoísmo y de los intereses personales y nacionales; más allá de los poderes del dinero que con frecuencia deciden las causas de los puebles; más allá de las verjas de las ideologías que dividen y amplifican los odios; más allá de toda barrera histórica y cultural, y, sobre todo, más allá de la indiferencia".
El Papa continuó: "Podemos ser hermanos todos y, por lo tanto, podemos y debemos pensar en actual como hermanos de todos. Puede parecer una utopía irrealizable. Sin embargo, preferimos creer que todo es un sueño realizable, porque es el mismo sueño de Dios, uno y trino. Con su ayuda, es un sueño que puede comenzar a realizarse también en este mundo".