Ayúdennos a nosotros, los mayores, a no acostumbrarnos al dolor y al abandono, los necesitamos. Ayúdennos a esto a no acostumbrarnos al dolor y al abandono.
También ustedes, chicos y chicas, que viven en ambientes complejos, con realidades distintas, con situaciones familiares de lo más diversas, se han habituado a ver que no todo es blanco ni todo es negro; que la vida cotidiana se resuelve en una amplia gama de tonalidades grises, es verdad, y esto los puede exponer, ¡Cuidado!, al riesgo de caer en una atmósfera de relativismo, dejando de lado esa potencialidad que tienen los jóvenes, la de entender el dolor de los que han sufrido.
Ustedes tienen la capacidad no solo de juzgar, señalar desaciertos, se dan cuenta enseguida, sino también esa otra capacidad hermosa y constructiva: la de comprender. Comprender que incluso detrás de un error -porque hablemos claro, el error es error y no hay que maquillarlo- y ustedes son capaces de comprender que detrás del error hay un sinfín de razones, de atenuantes, no sé, ¡Cuánto los necesita Colombia para ponerse en los zapatos de aquellos que muchas generaciones anteriores no han podido o no han sabido hacerlo, o no atinaron con el modo adecuado para lograr comprender!
A ustedes, jóvenes, les es tan fácil encontrarse y les hago una pregunta acá se encontraron todos, ¿Desde qué hora están acá?, ven que son valientes, les es muy fácil encontrarse. Les basta para encontrarse un acontecimiento como este, un rico café, un refajo, o lo que sea, como excusa para suscitar un encuentro. y acá voy, cualquier cosa de estas que dije es una excusa para el encuentro.