¿Los Apóstoles se sintieron tristes en la Ascensión del Señor?

¿Los Apóstoles se sintieron tristes en la Ascensión del Señor?
Fresco de la Ascensión de Jesús en el ábside lateral de la iglesia de San Wencesla, en República Checa. Crédito: Shutterstock

Los Apóstoles acompañaron a Jesús durante tres años, en los que cultivaron una amistad personal con Él, siendo bendecidos sin medida. Por ello la pérdida más terrible de sus vidas ocurrió el Viernes Santo, cuando Jesús murió en la Cruz.

Sin embargo, tal como recuerda un blog publicado por el escritor Jhon Clark en el National Catholic Register, en dos de sus sermones sobre la Ascensión del Señor, el Papa León Magno comentó que la Ascensión fue un momento de alegría, y no de tristeza, para los Apóstoles.

"Y, por lo tanto, los Apóstoles más bendecidos y todos los discípulos, que se habían sentido desconcertados por su muerte en la Cruz y no tan dispuestos a creer en su Resurrección, se vieron tan fortalecidos por la claridad de la verdad, que cuando el Señor entró en las alturas del cielo, la tristeza no los afectó, e incluso se llenaron de una gran alegría", afirmó el Papa.

Como se recuerda, en aquellos días los Apóstoles -con excepción de Juan-, se habían visto obligados a reflexionar sobre el hecho de que no habían estado presentes durante la Pasión y Crucifixión del Señor.

Por ello anhelaban volver a ver a Jesús y caer a sus pies para pedir el perdón de su Amigo. Tuvieron la oportunidad.

Jesús resucitó de entre los muertos y luego se les apareció. Y podemos pensar que en esos días posteriores a la Resurrección su amor y su afecto por Cristo fueron más fuertes que nunca.

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Sin embargo, el tiempo con Él fue corto, pues apenas unas semanas después Jesús ascendió al Cielo. Los Apóstoles también sabían que Jesús estaba enviando al Espíritu Santo, quien los consolaría.

En su Ascensión, Jesús no los abandonaba; Él iba a preparar un lugar para ellos en el Cielo, donde no hay tristeza, sino sólo felicidad.

El Papa León comenta que "verdaderamente fue grande e impronunciable el motivo de su alegría, cuando a la vista de la santa multitud, por encima de la dignidad de todas las criaturas celestiales, la naturaleza de la humanidad subió para pasar por encima de las filas de los ángeles y elevarse más allá de las alturas de los arcángeles".

Como describe San León Magno, la fe de los Apóstoles no sólo fue profundamente confirmada por la Ascensión, sino que ellos finalmente entendieron las palabras de Jesús: 'Si me voy y les prepararo un lugar, volveré y los llevaré conmigo; para que donde yo estoy, ustedes también estén' (Jn 14,3)".

En ese sentido, de acuerdo con el Papa León I, los Apóstoles fueron revitalizados con alegría.

Santo Tomás de Aquino señala que uno de los efectos de la Ascensión es darnos esperanza: "Al colocar en el Cielo la naturaleza humana que Él asumió, Cristo nos dio la esperanza de ir allí", expresa el santo.

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Fuimos creados por Dios para compartir su felicidad eterna. Además, debemos regocijarnos por el hecho de que Jesús todavía está con nosotros en el Santísimo Sacramento. "Y así, lo que hasta entonces era visible de nuestro Redentor se convirtió en una presencia sacramental", recuerda el Pontífice.

De igual manera, el Papa León I destaca que Jesús ascendió para preparar un lugar para todos los que lo aman, lo cual debe ser recordado "cuando los problemas del mundo nos agobien, cuando estemos tentados de tristeza".

"Cuando parece que el mal ha vencido, que el diablo ha ganado de alguna manera, debemos recordar la Ascensión como prueba de que Cristo ha ganado. De hecho, Él ha conquistado el mundo. Y conquistó el mal", afirmó.  

Como aconseja el Papa León I, "así, amados, alegrémonos con alegría espiritual, y alegremente demos gracias a Dios y levantemos los ojos de nuestros corazones sin impedimentos a aquellas alturas donde está Cristo".

Este domingo de la Ascensión debe ser un momento de gran alegría y de esperanza para todos los miembros del Cuerpo Místico de Cristo, así como también para recordar que todos estamos llamados a llegar al cielo.

Traducido y adaptado por Carla Marquina. Publicado originalmente en el National Catholic Register 

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