Inicia proceso de beatificación de Dante Di Stéfano, salesiano laico con discapacidad

Inicia proceso de beatificación de Dante Di Stéfano, salesiano laico con discapacidad
Dante Di Stéfano. Crédito: Comisión por la Causa de Beatificación

La Arquidiócesis de Santa Fe de la Vera Cruz (Argentina) anunció el inicio del proceso diocesano de beatificación de Dante Di Stéfano, salesiano cooperador argentino y animador del Movimiento Juvenil Salesiano.

En su cuenta oficial de Facebook, la Arquidiócesis anunció que el proceso tuvo inicio el 9 de junio en la parroquia Juan Bosco de Santa Fe y estuvo presidida por el Arzobispo Sergio Fenoy.

La Comisión por la Causa de Beatificación indica que Dante Di Stéfano fue un "joven santafesino admirado por su fe y aceptación alegre de la voluntad de Dios".

"Miró la vida con los ojos de Dios, pues quedó ciego a los 20 años de edad. Fue animador juvenil salesiano en la parroquia Don Bosco de Santa Fe hasta el día de su muerte. Vivió y murió como un gran santo, víctima de una terrible enfermedad", indicó en sus redes sociales oficiales.

Dante Pablo Di Stéfano nació en la ciudad de Santa Fe (Argentina) el 25 de septiembre de 1951, con una parálisis facial. Su niñez y adolescencia estuvo marcada por una buena formación católica por parte de sus padres.

Empezó sus estudios universitarios en 1970 en la Facultad de Ciencias Económicas, en Santa Fe. Sin embargo, solo pudo estudiar hasta 1972, porque a los 22 años le diagnosticaron  ceguera y rápidamente perdió por completo la vista.

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Durante el transcurso de 1974, Dante llegó a la Casa Salesiana "San Juan Don Bosco" de Santa Fe, donde recibió acompañamiento espiritual durante 10 años gracias al párroco P. José Di Bárbora.

El sacerdote encomendó a uno de sus jóvenes la misión de acercar a Dante a la Iglesia, ya que atravesaba una fuerte crisis personal y de fe. A partir de ese momento, Dante redefine su vida, se entrega a Dios y empieza a tener una activa y destacada participación en los grupos juveniles, a pesar de su discapacidad.

El 25 de diciembre de 1988, Dante se cae en su casa y se quiebra la cadera. Luego, se le formó una bola en el estómago, ya que su vejiga dejó de funcionar y comenzó a retener líquidos.

Tuvo que ser alimentado por sonda durante varios meses de internamiento. Finalmente fue operado para colocarle una prótesis, pero su cuerpo terminó por rechazarla. Se produjo una infección y vuelven a operarlo para extraerla. Nunca más volvió a ponerse de pie.

Sobrellevaba sus días con sonda, infecciones, muy delgado y con escaras que dañaban su cuerpo, que comenzó a emanar un olor desagradable que muchas veces generaba rechazo. 

"Dante, a pesar de haber perdido la vista, continuaba animadamente su tarea de comunicar el Evangelio, atrayendo para Jesús a los jóvenes y, aún en el hospital gravemente enfermo, ofrecía una palabra para que sea comunicada a los demás", dijo Pablo Toledo, miembro de la Comisión por la Causa de Beatificación, a Radio María Argentina.

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En su libro biográfico "Creyó contra toda esperanza" se lee sobre el final de su vida: "Parecía utópico. Dante, ciego, agotado, sin fuerzas, casi tullido, podía haberse arrinconado en su casa, pero sacando fuerzas desde donde no las tenía pasó todos esos años, alentando, aconsejando, animando, sosteniendo y reforzando".

"Los jóvenes y los adolescentes se apoyaban sobre él, y él con una sonrisa siempre abierta y dispuesta se encargaba de disimular bien la necesidad que tenía de ser sostenido y alentado", añade.

El libro también recuerda que Dante fue un "asiduo partícipe del sacramento de la Reconciliación, al que se acercaba periódica y regularmente".

"Gracias a esa delicadeza interior estaba siempre preparado y ávido de recibir a Jesús Eucaristía .No podía vivir sin la Comunión: era la fuente de fortaleza que sostenía su debilidad. Y el Espíritu hacía maravillas a través de su pobreza", indica.

En sus últimos días, previo a su fallecimiento 31 de julio de 1989, Dante escribió: "El amor de Dios ha querido llevarme por un camino maravilloso, pero muy rechazado por nuestra faz humana".

"Tengo jornadas de intenso dolor  físico y jornadas  enteras sin que el sueño aparezca. Pero en este dolor, pocas veces he perdido la 'paz interna'. Alguna vez he tenido la experiencia de sentirme en el camino del Calvario, imaginando el inmenso madero en mis manos; me hace bien, porque es como que le encuentro sentido al dolor".

Y continuó: "Y muchas veces en madrugadas de insomnio, me imaginé en la capilla junto a ustedes sintiéndome iglesia; eso sí, siempre me ubico al lado suyo a su derecha, y hasta me parece sentir el roce de la tela de su hábito".

"Más que nunca le pido que estemos unidos en la oración, sabiendo que todo es amor de Dios. Abracémonos a quien es la Vida y sigamos construyendo esta 'civilización del amor' soñadas por muchos y contraídas por algunos menos. Con un abrazo afectuosísimo desde el corazón de María Auxiliadora, le digo hasta pronto", concluyó.

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