Hoy la Iglesia Católica celebra la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado

Un grupo de personas migrantes. Un grupo de personas migrantes. | Crédito: Pixabay.

Desde 1914 la Iglesia Católica celebra el último domingo de septiembre la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, un día creado para “expresar nuestra preocupación por las personas vulnerables en movimiento; rezar por ellos mientras enfrentan muchos desafíos; y para sensibilizar sobre las oportunidades que ofrecen las migraciones”.

Esta celebración se incorporó en el calendario de las celebraciones de la Iglesia Católica durante el pontificado de Benedicto XV a pedido de la Congregación Consistorial, que estaba preocupada por el gran flujo migratorio de italianos hacia diferentes regiones del mundo.

Fue así que el 6 de diciembre de 1914, la Congregación envió la carta El dolor y las preocupaciones a los Obispos italianos para pedir que instituyan la Jornada. El objetivo inicial era sensibilizar y recaudar fondos “a favor de obras pastorales para los emigrantes italianos” y para construir y sostener el Colegio para la Emigración, dedicado a formar misioneros en Roma.

El 21 de febrero de 1915 se celebró la primera Jornada en Italia a cargo de la Congregación Consistorial, que dio las directrices, sugerencias e informes financieros. Ese año, pidió a los Obispos de América que también recauden fondos. En 1928, la Congregación trasladó la celebración de la Jornada al primer domingo de Adviento.

En 1952, la Constitución Apostólica Exsul Familia recomendó celebrar anualmente la jornada “pro emigrante” no solo a favor de los italianos, sino también “de otras nacionalidades o idiomas” y extendió al resto del mundo la fecha de celebración designada en 1928.

En 1969, la instrucción Pastoralis migratorum cura señaló que la “Jornada del migrante” se celebre en “el periodo y de la manera que las circunstancias locales y las exigencias del entorno social lo sugieran”.

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En 2004, la instrucción Erga migrantes caritas Christi señaló a las conferencias episcopales e Iglesias Orientales Católicas que podían celebrarla un día o incluso una semana, y el Pontificio Consejo para la Pastoral de los Migrantes lo extendió también a los Refugiados.

Ese mismo año, el Papa San Juan Pablo II estableció que la celebración en toda la Iglesia Católica sea “el primer domingo después de la Epifanía, cuando ésta se traslada al domingo, y el segundo domingo después de la Epifanía, cuando permanece el 6 de enero”.

El 2018, el Papa Francisco anunció que “por razones pastorales”,  se extienda la fecha al segundo domingo de septiembre.

Sobre los mensajes de la Jornada, es importante destacar la contribución del Concilio Vaticano II, pues influenció en la pastoral migratoria e hizo que el migrante se reconozca como “persona y ciudadano con derechos y deberes” y pase de ser un “destinatario de las obras de caridad cristiana” a un “sujeto de evangelización” y “protagonista del plan providencial de Dios”.

Desde entonces, las cartas se volvieron “mensajes temáticos” pensados para orientar “la reflexión sobre temas de naturaleza bíblico-teológica relacionados” con la pastoral del migrante. El primer tema de la Jornada establecido en 1968 fue “No hay fronteras para la Iglesia. Emigración: encuentro de hermanos”.

Para el P. Gabriele Bentoglio, Subsecretario del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Migrantes e Itinerantes, la pastoral del migrante “alcanza su apogeo en Jesús Salvador, extranjero en el mundo de los hombres, que continúa su obra de salvación a través de los extranjeros de hoy”: los migrantes y refugiados.

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En 2020, el Papa Francisco eligió como tema de la jornada la frase “Como Jesucristo, obligados a huir. Acoger, proteger, promover e integrar a los desplazados internos”, que buscó centrar la atención en el “cuidado pastoral” de los migrantes.

El Papa recordó a los refugiados y desplazados a causa de las guerras y la pobreza, en especial los niños y los que sufren en la frontera de Grecia y Turquía, durante la Bendición “Urbi Et Orbi” que realizó el Domingo de Pascua del año pasado, ante la pandemia del COVID-19 que azota el mundo.

El Santo Padre dijo que los migrantes y desplazados "no son números, sino personas"; rezó para que Dios reconforte sus corazones. Además, afirmó que la pandemia nos demostró que "todos estamos en el mismo barco". Dijo que la precariedad vivida nos recuerda "un elemento constante en la vida de los desplazados" y que los migrantes nos dan la oportunidad de encontrarnos con Dios.

Este año, se celebra la 108° Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, que tiene como lema "Libres de elegir si migrar o quedarse".

En su mensaje para este año el Papa quiere contribuir a la reflexión sobre "la libertad que debería caracterizar siempre la decisión de dejar la propia tierra". En él, afirma que "los migrantes escapan debido a la pobreza, al miedo, a la desesperación" y que para eliminar estas causas "es necesario el trabajo común de todos".

Entre otras tareas, el Papa llama a "esforzarnos por detener la carrera de armamentos, el colonialismo económico, la usurpación de los recursos ajenos, la devastación de nuestra casa común".

Para el Pontífice , el requisito para asegurar la decisión libre de los que emigran es "garantizar a todos una participación equitativa en el bien común, el respeto de los derechos fundamentales y el acceso al desarrollo humano integral". Una tarea que recae de manera principal en "los países de origen y a sus gobernantes, llamados a ejercitar la buena política, transparente, honesta, con amplitud de miras y al servicio de todos, especialmente de los más vulnerables".

El Papa Francisco aboga en el texto también "para que se asegure a todos el derecho a no tener que emigrar, es decir, la posibilidad de vivir en paz y con dignidad en la propia tierra".

Respecto del problema de la gestión del fenómeno migratorio, el Papa pide "acompañar y gobernar los flujos del mejor modo posible, construyendo puentes y no muros, ampliando los canales para una migración segura y regular".

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