Asimismo, el Espíritu Paráclito nos defiende -continuó- "del mundo, que descarta a quien no responde a sus esquemas y sus modelos; del diablo, que es el "acusador" por excelencia y el que divide, y que hace todo lo posible para que nos sintamos incapaces e infelices".
"Ante todos estos pensamientos acusatorios, el Espíritu Santo nos sugiere cómo responder. ¿De qué modo? El Paráclito, dice Jesús, es Aquel que nos enseña y nos recuerda todo lo que Jesús nos ha dicho", añadió el Pontífice.
Además, sostuvo que "Él nos recuerda las palabras del Evangelio y nos permite responder al diablo acusador no con palabras nuestras, sino con las palabras mismas del Señor. Sobre todo, nos recuerda que Jesús hablaba siempre del Padre que está en los cielos, que nos lo ha dado a conocer y nos ha revelado su amor por nosotros, sus hijos. Si invocamos al Espíritu, aprenderemos a acoger y recordar la realidad más importante de la vida, que nos protege de las acusaciones del mal: somos hijos amados de Dios".
Por último, el Santo Padre invitó: "Preguntémonos hoy: ¿Invocamos al Espíritu Santo y le rezamos con frecuencia? ¡No nos olvidemos de Él, que está junto a nosotros, es más, en nuestro interior! Y asimismo, ¿prestamos atención a su voz, tanto cuando nos anima como cuando nos corrige? ¿Respondemos con las palabras de Jesús a las acusaciones del mal, a los 'tribunales' de la vida? ¿Nos acordamos de que somos hijos amados de Dios? Que María nos haga dóciles a la voz del Espíritu Santo y sensibles a su presencia".