El Papa Francisco crea 13 nuevos Cardenales para la Iglesia católica

El Papa Francisco crea 13 nuevos Cardenales para la Iglesia católica
El Papa durante el Consistorio en la Basílica de San Pedro. Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa

El Papa Francisco creó, este sábado 5 de octubre, 13 nuevos Cardenales para la Iglesia católica en un consistorio celebrado en la Basílica de San Pedro del Vaticano.

Los nuevos Cardenales son el Cardenal Miguel Ángel Ayuso Guixot, Presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, (67 años, España); el Cardenal José Tolentino Mendoça, Bibliotecario de la Santa Romana Iglesia, (53 años, Portugal); el Cardenal Ignatius Suharyo Hardjoatmodjo, Arzobispo de Jakarta (69 años, Indonesia).

El Cardenal Juan de la Caridad García Rodríguez, Arzobispo de San Cristóbal de La Habana (71 años, Cuba); el Cardenal Fridolin Ambongo Besungu, O.F.M. Cap, Arzobispo de Kinshasa (59 años, República Democrática Del Congo); el Cardenal Jean-Claude Höllerich, Sj, Arzobispo de Luxemburgo (61 años); el Cardenal Alvaro L. Ramazzini Imeri, Obispo de Huehuetenamgo (72 años, Guatemala).

El Cardenal Matteo Zuppi, Arzobispo de Bolonia (63 años, Italia); el Cardenal Cristóbal López Romero, Sdb, Arzobispo de Rabat (67 años, Marruecos); el Cardenal Michael Czerny, Sj, Subsecretario de la Sección Migrantes del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, (73 años, República Checa-Canadá).

El Cardenal Michael Louis Fitzgerald, Arzobispo Emérito De Nepte (82 años, Túnez); el Cardenal Sigitas Tamkevicius, Sj, Arzobispo Emérito De Kaunas (80 años, Lituania) y el Cardenal Eugenio dal Corso, Psdp, Obispo Emérito de Benguela (80 años, Ángola).

De los nuevos Cardenales, 10 son electores y podrán participar en el futuro cónclave del que saldrá elegido el sucesor del Papa Francisco. Los otros 3 Cardenales, al tener más de 80 años, no son electores.

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En su homilía, el Santo Padre reflexionó sobre la compasión de Jesús, "una palabra clave del Evangelio". Explicó que "en los Evangelios, a menudo vemos a Jesús que siente compasión por las personas que sufren".

Señaló que la compasión del Señor "no es una actitud ocasional y esporádica, sino constante, es más, parece ser la actitud de su corazón, en el que se encarnó la misericordia de Dios".

"Jesús", afirmó, "es redentor del hombre. Redentor en la compasión. Él encarna la voluntad de Dios de purificar al ser humano enfermo de la lepra del pecado; Él es la 'mano extendida de Dios' que toca nuestra carne enferma y realiza esta obra llenando el abismo de la separación".

Hizo hincapié en que "Jesús va a buscar a las personas descartadas, las que ya no tienen esperanza". Los ejemplos que ofrece el Evangelio son muchos. Uno de ellos es "el hombre paralítico durante treinta y ocho años, postrado cerca de la piscina de Betesda, esperando en vano que alguien lo ayude a bajar al agua".

Sin embargo, esa compasión no es una novedad del Nuevo Testamento, "no, siempre ha estado en Dios, impresa en su corazón de Padre. Lo vemos en la historia de la vocación de Moisés, cuando Dios le habla desde la zarza ardiente y le dice: 'He visto la opresión de mi pueblo en Egipto y he oído sus quejas (...); conozco sus sufrimientos'".

"El amor de Dios por su pueblo está imbuido de compasión", indicó. En contraposición a esa compasión de Dios, "los discípulos de Jesús demuestran con frecuencia que no tienen compasión".

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Uno de los momentos donde se demuestra esa falta de compasión es cuando se plantea el problema de cómo dar de comer a las multitudes que seguían a Jesús para escucharle. "Básicamente dicen: 'Que se las arreglen...'. Es una actitud común entre nosotros los humanos, también para las personas religiosas e incluso dedicadas al culto".

"Llegados a este punto podemos preguntarnos: ¿Somos conscientes de que hemos sido los primeros en ser objeto de la compasión de Dios?", preguntó Francisco.

Y se dirigió de forma particular a los nuevos Cardenales: "¿Está viva en vosotros esta conciencia, de haber sido y de estar siempre precedidos y acompañados por su misericordia?".

El Papa insistió: "¿Tenemos viva la conciencia de esta compasión de Dios hacia nosotros? No es una opción, ni siquiera diría de un 'consejo evangélico'. No. Se trata de un requisito esencial. Si no me siento objeto de la compasión de Dios, no comprendo su amor. No es una realidad que se pueda explicar. O la siento o no la siento. Y si no la siento, ¿cómo puedo comunicarla, testimoniarla, darla? Concretamente: ¿Tengo compasión de ese hermano, de ese obispo, de ese sacerdote? ¿O destruyo siempre con mi actitud de condena, de indiferencia?".

"La capacidad de ser leal en el propio ministerio depende también de esta conciencia viva. También para vosotros, hermanos Cardenales. La disponibilidad de un Purpurado a dar su propia sangre –que está simbolizada por el color rojo de la vestidura–, es segura cuando se basa en esta conciencia de haber recibido compasión y en la capacidad de tener compasión".

De lo contrario, "no se puede ser leal. Muchos comportamientos desleales de hombres de Iglesia dependen de la falta de este sentido de la compasión recibida, y de la costumbre de mirar a otra parte, la costumbre de la indiferencia".

El Papa finalizó su homilía: "Pidamos hoy, por intercesión del apóstol Pedro, la gracia de un corazón compasivo, para que seamos testigos de Aquel que nos miró con misericordia, nos eligió, nos consagró y nos envió a llevar a todos su Evangelio de salvación".

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