En medio de los diálogos de paz entre el gobierno de Colombia y el grupo terrorista FARC, el Secretario adjunto de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC), Padre Pedro Mercado Cepeda, aseguró que la Iglesia en Colombia "quiere la paz, sí, pero una paz con justicia, verdad y reparación para las víctimas".

En declaraciones a ACI Prensa, el P. Mercado Cepeda aseguró que si eventualmente "la Iglesia colombiana considerara que los resultados obtenidos en las negociaciones pudieran vulnerar los derechos de las víctimas o los intereses del pueblo colombiano, no dudaríamos en poner en evidencia las eventuales falencias del acuerdo".

El Secretario adjunto de la CEC aseguró que el apoyo brindado por la Iglesia en Colombia a las negociaciones entre el gobierno colombiano y las FARC "no tiene finalidad política alguna".

A la Iglesia Católica, remarcó, le inspira exclusivamente "un anhelo autentico de paz y de reconciliación".

A continuación, ACI Prensa reproduce la entrevista completa con el P. Pedro Mercado Cepeda, Secretario adjunto de la Conferencia Episcopal de Colombia.

ACI Prensa: Algunas declaraciones de la Iglesia Católica colombiana de apoyo al proceso de paz en La Habana han suscitado cierta perplejidad en algunos fieles y fuertes críticas en varios sectores de opinión que consideran que la Iglesia está interviniendo en política. ¿Cómo asume esas críticas?

Padre Mercado: No las creo justificadas. El apoyo que la Iglesia Católica colombiana ha brindado a las negociaciones en curso entre el Gobierno y las FARC no tiene finalidad política alguna. Nos inspira, exclusivamente, un anhelo autentico de paz y de reconciliación. El trabajo de la Iglesia debe ser entendido como parte irrenunciable de su acción espiritual y evangelizadora. En efecto, estamos convencidos de que el diálogo es el único camino posible para lograr una paz auténtica y duradera.

ACI Prensa: Pero, ¿es realmente posible hablar de paz en medio de los ataques de la guerrilla a la población civil y a su continua acción delictiva?

P. Mercado: La violencia ejercida por las FARC y por otros grupos armados contra el pueblo colombiano es moralmente injustificable y condenable. No se puede minimizar el daño causado en tantos años de violencia terrorista. Los líderes de las FARC deben reconocer sus delitos, arrepentirse, pedir perdón a sus víctimas, repararlas y recibir la pena que se considere justa por el mal causado.

Aunque soy consciente de las dificultades de un proceso de negociaciones que se desarrolla en medio del conflicto, tengo también la firme esperanza de que el Señor sabrá conducirnos por caminos de paz y de reconciliación. Indudablemente hay sombras pero también hay luces y esperanzas.

ACI Prensa: El proceso de negociaciones ha sido criticado por diversas asociaciones de víctimas que acusan una total ausencia de participación. De hecho se les negó la posibilidad de viajar a La Habana. ¿Cómo asume usted esa situación teniendo en cuenta que, como ha dicho el Cardenal Salazar, para la Iglesia las víctimas de la violencia deben ser una prioridad?

P. Mercado: El reconocimiento de los derechos de las víctimas de la violencia ha sido siempre una prioridad para la Iglesia en Colombia. No se puede desconocer el dolor de estas personas. Precisamente por ello, uniéndonos a diversos estamentos de la sociedad civil, las campanas de todas las iglesias en Colombia repicarán el próximo 9 de abril, a las 12 del mediodía, para hacer audible la voz de los que no tienen voz: de las viudas, de los huérfanos, de los secuestrados y de los fallecidos que ha dejado a su paso la violencia.

Por otra parte, creo que el proceso de negociaciones no puede tener otra prioridad que las víctimas, su derecho a la verdad, a la justicia y a la reparación. Sin esos principios fundamentales difícilmente podrá abrirse camino la paz verdadera.

El proceso de negociación no puede, en ningún modo, amparar la impunidad y el olvido. Precisamente por ello, en el proceso se debe brindar mayor espacio y mayor participación a las víctimas. Ese es un reto importante, es un paso importante, crucial, del proceso. Un paso que debe darse para garantizar que los legítimos requerimientos de quienes han sufrido en carne propia el terrible flagelo de la violencia sean escuchados y atendidos.

ACI Prensa: ¿Qué decir de la posible participación en política de los líderes guerrilleros?

P. Mercado: Ese es un tema que deberá analizar detenidamente el Gobierno nacional. Como le decía anteriormente, lo que me parece claro es que los eventuales acuerdos no pueden consagrar la impunidad y el olvido, mucho menos para los responsables de delitos atroces o de lesa humanidad.

ACI Prensa: Con el repique de campanas en todas las Iglesias del país podría darse la impresión de que la Iglesia se vincule a la marcha del 9 de abril que, como sabe, ha creado polarización en diversos sectores de la población. ¿Cómo interpretar ese apoyo?

P. Mercado: Creo que es bueno aclarar que la Iglesia no apoya ninguna manifestación o marcha el 9 de abril. El repique de campanas es un gesto simbólico de solidaridad con las víctimas de la violencia. No hay que darle a este gesto de cercanía con los que sufren una interpretación diversa.

ACI Prensa: El proceso se ha caracterizado por el hermetismo frente a la opinión pública. ¿La Conferencia Episcopal tiene información de primera mano sobre el desarrollo del proceso en La Habana y sobre los posibles acuerdos que se han ido logrando? Algunos consideran que esos acuerdos podrían vulnerar los derechos de las víctimas ¿La Iglesia participará en el desarrollo de las negociaciones?¿Ratificará en algún modo los eventuales acuerdos?

P. Mercado: El Presidente del Episcopado colombiano, el Cardenal Salazar, ha sido claro al manifestar que la labor de la Iglesia en favor de la paz no está en La Habana. Creo, además, que no es misión de la Iglesia ratificar los acuerdos a los que, eventualmente, podrían llegar las partes.

Ahora bien, una cosa es clara: si llegado el momento, la Iglesia colombiana considerara que los resultados obtenidos en las negociaciones pudieran vulnerar los derechos de las víctimas o los intereses del pueblo colombiano, no dudaríamos en poner en evidencia las eventuales falencias del acuerdo. La Iglesia quiere la paz, sí, pero una paz con justicia, verdad y reparación para las víctimas.