Para explicar mejor lo que describió, el Papa se refirió a unos vitrales tradicionales del país que están hechos de madera y cristal, que no usan clavos ni pegamentos para unirse: "la madera sujeta el cristal y el cristal deja pasar la luz. Del mismo modo, toda sociedad civil tiene la tarea de apoyar la religión, que permite la entrada de una luz indispensable para vivir: para ello es necesario garantizar una efectiva y auténtica libertad. No se han de utilizar, pues, 'pegamentos' artificiales que obliguen al hombre a creer, imponiéndole un determinado credo y privándolo de la libertad de elección; tampoco han de entrar en las religiones los 'clavos' externos de los intereses mundanos, de la ambición de poder y de dinero".
Porque Dios, dijo Francisco, "no puede ser invocado por intereses partidistas y fines egoístas, no puede justificar forma alguna de fundamentalismo, imperialismo o colonialismo. Una vez más, desde este lugar tan significativo, se eleva el grito afligido: '¡Nunca más violencia en nombre de Dios!'. Que su santo nombre sea adorado, no profanado y ni mercantilizado por los odios y los conflictos humanos".
El Papa alentó luego la coexistencia pacífica de las religiones, que debe promover una cultura de paz con diálogo y oración, "una paz verdadera, fundada sobre el respeto mutuo, sobre el encuentro y el intercambio, sobre la voluntad de ir más allá de los prejuicios y los errores del pasado, sobre la renuncia a las falsedades y a los intereses partidistas; una paz duradera animada por el valor de superar las barreras, de erradicar la pobreza y la injusticia, de denunciar y detener la proliferación de armas y las ganancias inicuas obtenidas sobre la piel de los otros".
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