Ingresó a las Hermanas de la Vida en 2006 y, en 2015 se mudó a Denver para ayudar a iniciar un nuevo convento.
"La razón por la que vinimos a Denver es porque sabemos que las mujeres en la universidad son muy vulnerables al aborto, porque tienen toda la vida por delante y, a veces, aquellas que quedan embarazadas piensan que no podrán cumplir sus sueños si tienen un hijo. Vinimos a los campus universitarios porque realmente queríamos estar presentes para las mujeres que, tal vez, estaban en crisis", explicó.
Para las mujeres que han pasado por un aborto, la hermana Maris Stella resaltó que existe una "misión de esperanza y sanación" que hacen las hermanas.
"Ese es uno de nuestros trabajos más hermosos, en el que ayudamos a mujeres que han tenido un aborto. Muy a menudo las mujeres que han tenido un aborto piensan que no pueden ser perdonadas. Pero la verdad es lo contrario, que no hay pecado demasiado grande para la misericordia de Dios, y que Él anhela sanarnos y restaurarnos", dijo.
Mientras vive su vocación, la hermana Maris Stella todavía ve a sus amigos militares. Muchos de ellos apoyan el trabajo de las hermanas, especialmente ayudando con su fiesta anual de Navidad en Nueva York, señaló. La han apoyado desde el principio: 12 de sus compañeros de la academia también llegaron a sus votos perpetuos.
"Ser una esposa de Cristo es el regalo más hermoso que me han dado. Estoy muy agradecida por ello. Amo mi vocación", dijo la hermana Maris Stella.
Compartió un mensaje especial con los que disciernen la vida religiosa.
"Es una vida tan plena y feliz. Dios no quita nada, nos da todo. Si bien puede parecer un sacrificio al principio, realmente recibimos cien veces más", dijo.
Ella recomendó pasar tiempo con Jesús en la Eucaristía.
"Ahí es donde Él puede decirnos la verdad y puede ayudarnos a descubrir cómo hizo que nuestros corazones amen en este mundo. Él puede ayudarnos a descubrir para qué nos creó", concluyó.
Traducido y adaptado por Diego López Marina. Publicado originalmente en CNA.