En 1999, el entonces Obispo Jorge Mario Bergoglio (hoy Papa Francisco) pidió al profesor Ricardo Castañon Gómez realizar una investigación sobre lo ocurrido el 15 de agosto de 1996: una hostia que cayó al suelo durante la Comunión, fue colocada en un envase para disolver y 10 días después se transformó en sangre.
En el año 2000, un experto en tejidos encontró que las muestras tenían piel humana y glóbulos blancos. En 2003, el mismo experto dijo que el tejido era el de un corazón inflamado, lo que significa que "la persona a la que pertenecía debe haber sufrido mucho".
En 2005, Castañon Gómez le pidió a otro experto de la Universidad de Columbia que investigara. El científico identificó el tejido como si fuera del corazón, particularmente el ventrículo izquierdo, y lo etiquetó como tejido vivo que provenía de una persona que sufre.
Castañon Gómez concluyó que el Señor "en el milagro quería mostrarnos su miocardio, que es el músculo que da vida a todo el corazón, tal como lo hace la Eucaristía con la Iglesia. ¿Y por qué el ventrículo izquierdo? Porque de ahí viene la sangre purificada y Jesús es el que purifica a su Iglesia de sus pecados".