La visita que, como mis predecesores, realicé a la Gruta de San Pablo ha sido como ir a la fuente, para que el Evangelio pueda brotar en Malta con la frescura de sus orígenes y reavivar su gran patrimonio de religiosidad popular.
Esta es simbolizada en el Santuario mariano nacional de Ta' Pinu, en la isla de Gozo, donde celebramos un intenso encuentro de oración. Allí sentí latir el corazón del pueblo maltés, que confía tanto en su Santa Madre. María nos lleva siempre a lo esencial, a Cristo crucificado y resucitado por nosotros, a su amor misericordioso. María nos ayuda a reavivar la llama de la fe tomando del fuego del Espíritu Santo, que anima de generación en generación el alegre anuncio del Evangelio, ¡porque la alegría de la Iglesia es evangelizar! No olvidemos la frase de San Pablo VI: la vocación de la Iglesia es evangelizar, la alegría de la Iglesia es evangelizar, no olvidemos esto, es la definición más bella de la Iglesia.
Acojo esta ocasión para renovar mi agradecimiento al presidente de la República de Malta, muy amable, un hermano, muchas gracias a él, a su familia, al señor primer ministro y a las otras autoridades civiles, que me han acogido con tanta gentileza; como también a los obispos y a todos los miembros de la comunidad eclesial, a los voluntarios y a los que me han acompañado con la oración.
Quisiera recordar también el centro para migrantes Juan XXIII, allí aquel fraile franciscano que lo lleva adelante tiene 91 años y continúa a trabajar así, con colaboradores de la diócesis, es un ejemplo de celo apostólico y de amor a los migrantes que hoy es tan necesario.