En primer lugar, Jesús va a su casa; ahí Mateo le prepara «un gran banquete», en el que «había un gran número de publicanos» (Lc 5,29), eso es, gente como él. Mateo vuelve a su ambiente, pero vuelve cambiado y con Jesús. Su celo apostólico no empieza en un lugar nuevo, puro e ideal, sino ahí donde vive, con la gente que conoce.
Este es el mensaje para nosotros: no debemos esperar ser perfectos y tener hecho un largo camino detrás de Jesús para testimoniarlo; nuestro anuncio empieza hoy, ahí donde vivimos. Y no empieza tratando de convencer a los otros, sino testimoniando cada día la belleza del Amor que nos ha mirado y nos ha levantado.
Y será esta belleza, comunicar esta belleza, lo que convencerá a la gente. No nosotros, el mismo Jesús. Nosotros somos aquellos que anuncian al Señor, no nos anunciamos a nosotros mismos ni anunciamos un partido político, una ideología, no, anunciamos a Jesús. Ponemos en contacto a Jesús con la gente. Sin convencerlos, dejemos que el Señor les convenza. Como de hecho nos enseñó el Papa Benedicto, «la Iglesia no hace proselitismo. Más bien crece por atracción». No olvidéis esto. Cuando vosotros veáis cristianos que hacen proselitismo, que os hacen una lista de la gente que vendrá... estos no son cristianos. Son paganos disfrazados de cirstianos, pero con el corazón pagano. La Iglesia crece no por proselitismo, crece por atracción.
Una vez recuerdo que en el hospital de Buenos Aires, las monjas que trabajaban ahí se fueron porque eran pocas y no podían llevar adelante el hospital. Y vino una comunidad de monjas de Corea, y llegaron un lunes, por ejemplo, ya no recuerdo el día. Se hicieron con la casa de las monjas del hospital y el martes fueron a visitar a los enfermos del hospital. No hablaban una palabra de español, solamente hablaban coreano. Los enfermos estaban felices, porque comentaban qué buenas estas monjas. "Pero, ¿qué te ha dicho la monja?", "nada, pero me ha hablado con la mirada". Han comunicado a Jesús, no a sí mismas. Con la mirada, con los gestos. Comunicar a Jesús, no a nosotros mismos. Esto es la atracción, lo contrario al proselitismo.