Toma el Evangelio, toma la Biblia en tu mano: cinco minutos al día, no más. Lleva un Evangelio de bolsillo contigo, en tu bolso, y cuando estés de viaje cógelo y lee un poco, durante el día, un poco, deja que la Palabra de Dios se acerque a tu corazón. Hazlo y verás cómo cambia tu vida con la cercanía de la Palabra de Dios. "Sí, Padre, pero yo estoy acostumbrado a leer las Vidas de los Santos": está bien, está bien, pero no dejes la Palabra de Dios. Lleva contigo el Evangelio y léelo aunque sea un minuto al día.
Es muy bueno pensar en la vida con el Señor como una relación de amistad que crece día a día. ¿Has pensado en ello? ¡Es el camino! Pensamos en Dios que nos ama, que quiere que seamos amigos. La amistad con Dios tiene la capacidad de cambiar el corazón; es uno de los grandes dones del Espíritu Santo, la misericordia, que nos permite reconocer la paternidad de Dios. Tenemos un Padre tierno, un Padre amoroso, un Padre que nos ama, que nos ha amado siempre: cuando experimentamos esto, el corazón se derrite y caen las dudas, los miedos, los sentimientos de indignidad. Nada puede interponerse a este amor del encuentro con el Señor.
Y esto nos recuerda otra gran ayuda, el don del Espíritu Santo, que está presente en nosotros, y que nos instruye, hace viva la Palabra de Dios que leemos, sugiere nuevos significados, abre puertas que parecían cerradas, señala caminos de vida donde parecía haber sólo oscuridad y confusión. Te pregunto: ¿rezas al Espíritu Santo? Pero, ¿quién es este gran Desconocido? Rezamos al Padre, sí, el Padrenuestro, rezamos a Jesús, ¡pero nos olvidamos del Espíritu! Una vez, haciendo catequesis a niños, hice la pregunta: "¿Quién de vosotros sabe quién es el Espíritu Santo?". Y un niño: "¡Sí quiero!" - "¿Y quién es él?" - "El paralítico", me dijo. Había oído "el Paráclito", y pensó que se trataba de un paralítico.
Y muchas veces -esto me hizo pensar- para nosotros el Espíritu Santo está ahí, como si fuera una Persona que no cuenta. ¡El Espíritu Santo es quien da vida a tu alma! Déjale entrar. Habla con el Espíritu como hablas con el Padre, como hablas con el Hijo: habla con el Espíritu Santo, ¡que no tiene nada de paralítico En Él está la fuerza de la Iglesia, Él es lo que te hace avanzar. El Espíritu Santo es el discernimiento en acción, la presencia de Dios en nosotros, es el don, el mayor don que el Padre concede a quienes lo piden (cf. Lc 11,13). ¿Y cómo lo llama Jesús? "El don": "Quedaos aquí en Jerusalén y esperad el don de Dios", que es el Espíritu Santo. Es interesante llevar la vida en amistad con el Espíritu Santo: Él te cambia, Él te hace crecer.