En su visita de ayer al Pontificio Seminario Mayor de Roma, con ocasión de la fiesta de la patrona del instituto, la Virgen de la Confianza, el Papa Benedicto XVI alentó a los 190 jóvenes seminaristas a tener un sano realismo, impulsar el bien y servir al Señor con la Iglesia en nuestro tiempo.

El Santo Padre pidió que “recemos al Señor para que nos ayude a aceptar esta misión de vivir como dispersos, como minoría en cierto sentido, y a vivir como extranjeros, siendo responsables de los otros, dando fuerza al bien en nuestro mundo”.

El Papa reflexionó sobre el inicio de la primera Carta de San Pedro, la “primera Encíclica”, que está llena de la pasión de quien ha encontrado al Mesías, que luego pecó, y sin embargo permaneció fiel a Cristo.

Benedicto XVI subrayó que San Pedro escribió esta carta desde Roma, con la ayuda de otros hermanos en la fe, “con la ayuda de la Iglesia”.

“Pedro no habla como individuo, no como genio individualista. Habla en la comunión de la Iglesia”, señaló.

A pesar de que San Pedro sabía que en Roma encontraría el martirio, dijo el Papa, él va hacia la cruz indicada por Cristo, e invita al hombre contemporáneo a acoger el aspecto del martirio enlazado con la fe cristiana.

Al reflexionar con los seminaristas sobre la palabra “elegidos”, el Papa señaló que “tenemos que sentirnos dichosos porque Dios nos ha dado esta gracia. La belleza de conocer la plenitud de la Verdad de Dios, la alegría de su amor”.

El Papa subrayó que “elegidos” es una palabra que abarca “privilegio y humildad al mismo tiempo” pero nunca triunfalismos.

Benedicto XVI señaló que actualmente los cristianos “son el grupo más perseguido” del mundo, debido a que van “contra las tendencias del egoísmo, el materialismo, todas estas cosas”.

Ante el falso pesimismo de quienes aseguran que el cristianismo ya terminó, el Papa remarcó que aún si “la Iglesia muera aquí y allá por los pecados de los hombres, por su no creencia, el futuro es realmente de Dios: ésta es la gran certeza de nuestra vida”.