Considerando estos y otros factores, la Iglesia decide en ocasiones un castigo distinto a la dimisión del estado clerical y en su lugar condena al acusado, por ejemplo, a una vida de oración y penitencia.
El P. Astigueta recalcó que ofrecer ayuda a las víctimas y hacer justicia es siempre la prioridad máxima de la Iglesia cuando se trata de abusos cometidos por clérigos, pero la Iglesia también muestra su preocupación por el pecador.
El canon 1350 inciso 2 establece "que existe un deber de caridad hacia" los sacerdotes abusadores, es decir "ayudarlos y cuidarlos en la medida que la persona se deje ayudar".
Además, según el canonista, si la Iglesia destituye inmediatamente del estado clerical a todo sacerdote abusador, esto podría causar más daño. "A veces nos encontramos en situaciones en que si estas personas son arrojadas a la calle, estoy soltando a un posible asesino en serie", advirtió el P Astigueta.