Asimismo, se señala que, seguramente debido a la similitud de sus nombres, el episodio del león también se ha atribuido a San Jerónimo.
8. San Eutiquio
San Eustaquio, llamado originalmente Plácido, fue un general romano muy aficionado a la caza. Según el libro de la Vida de los Santos, mientras perseguía un ciervo en los montes entre Tivoli y Palestrina, vio en los cuernos del animal la figura de Jesucristo en la cruz y escuchó una voz que lo llamaba por su nombre. Esta visión prodigiosa lo convirtió instantáneamente al cristianismo.
En la Basílica de San Eustaquio en Roma (Italia), la fachada está coronada por una cabeza de ciervo que recuerda la visión que transformó su vida.
9. San Benito
San Gregorio Magno relata en sus Diálogos una historia sobre San Benito, quien acostumbraba a dar de comer a un cuervo que bajaba cada día de la selva para recibir pan de sus manos.
En una ocasión, un enemigo intentó matar al santo enviándole un pan envenenado. Benito, al descubrir el peligro, arrojó el pan al cuervo y le ordenó llevarlo lejos, a un lugar donde nadie pudiera hallarlo.
El ave dudó, graznó y revoloteó, pero finalmente obedeció: tomó el pan con el pico, lo escondió y regresó después, como siempre, para recibir su ración habitual.
10. San Roque
San Roque dedicó su vida a atender a los enfermos de peste en Italia y Francia, curando a muchos con la señal de la cruz. Al contagiarse se retiró a una cueva para no ser una carga, donde un perro le llevaba diariamente pan y le lamía las llagas, hasta que el dueño del animal lo descubrió y lo cuidó.
Tras recuperarse, volvió a ayudar a los enfermos, pero fue encarcelado injustamente y murió en prisión. Su tumba se convirtió en lugar de milagros y pronto fue invocado en toda Europa como patrono contra la peste, siempre representado con su fiel perro.
11. San Martín de Porres
San Martín de Porres consideraba a los animales como criaturas de Dios y actuaba con ternura incluso ante los más pequeños: soportaba con paciencia las picaduras de mosquitos, afirmando que también ellos tenían derecho a alimentarse, y en otra ocasión habló con unos ratones para que dejaran la despensa del convento, enviándolos pacíficamente a la huerta.
Entre sus historias más conocidas está aquella en la que hizo convivir a un perro, un gato y un ratón para que pudieran compartir el mismo plato en armonía.
Este artículo fue publicado el 4 de octubre de 2017. Ha sido actualizado para su republicación.
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