El sacerdote visitó al famoso santo cuando era niño: "Yo estaba un poco asustado por sus estigmas. Me dijo que no lo mirara. Me preocupaba que le causara mucho dolor. Podías ver el sufrimiento en su rostro; era casi visible. Parecía sufrir particularmente los viernes. Le pregunto, '¿Por qué tienes que sufrir tanto?' Me dijo: 'Estas heridas son para compensar mis pecados y los pecados de los demás'. Le dije que mi tío era médico, y le pedí a este que le ayudara algún medicamento. El Padre Pío dijo: 'No, la medicina no servirá de nada'".
"Recuerdo haber ido al funeral del Padre Pío en 1968. Me arrodillé ante su cuerpo y recé. Vi sus manos y pies, y los estigmas se habían ido. Estaban limpios, como si los estigmas nunca hubieran estado allí", agregó.
El P. Lauriola fue ordenado sacerdote en 1953 y regresaba regularmente para ver al Padre Pío: "Le dije que iba a ser misionero en Corea y me dijo: 'Recuerda, hay solo un Dios'. No entendí lo que quería decir en ese momento. Sin embargo, llegué a entender".
"Nosotros los misioneros vamos al extranjero y hacemos un buen trabajo ayudando a la gente y podemos ser tentados a sentirnos orgullosos, creyendo que somos santos. El Padre Pío me estaba recordando darle la gloria a Dios", concluyó.