6 de diciembre de 2025 Donar
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León XIV: Testimonio de mártires asesinados por terroristas en Perú es “una llamada a la unidad y a la misión”

Los beatos mártires Michał Tomaszek, Zbigniew Strzałkowski y Alessandro Dordi, en una imagen en la Catedral de Nuestra Señora del Carmen y San Pedro Apóstol, en Nuevo Chimbote, Áncash (Perú)./ Crédito: David Ramos/EWTN News.

El Papa León XIV aseguró este sábado 6 de diciembre que la vida y martirio de los sacerdotes Michał Tomaszek, Zbigniew Strzałkowski y Alessandro Dordi —asesinados por odio a la fe por el grupo terrorista maoísta Sendero Luminoso en Perú— “pueden ser hoy una llamada a la unidad y a la misión para la Iglesia universal”.

En un mensaje publicado con ocasión de los 10 años de la beatificación de los tres mártires, que se cumplieron el 5 de diciembre, el Santo Padre expresó su deseo de “unirme a la gratitud de la Iglesia en Perú, en Polonia, en Italia y en otros tantos lugares donde su recuerdo permanece como estímulo de fidelidad”.

“Estos tres sacerdotes misioneros compartieron la vida de sus comunidades, celebrando la Eucaristía y administrando los sacramentos, organizando la catequesis y sosteniendo la caridad en contextos de pobreza y violencia. En 1991, tras haber decidido permanecer donde desempeñaban su ministerio y en medio del rebaño como auténticos pastores, fueron asesinados por odio a la fe”, recordó.

Los tres mártires de Chimbote

Los franciscanos Michele Tomaszek (31) y Zbigneo Strzalkowski (33) eran sacerdotes polacos de la Orden de los Hermanos Menores Conventuales, y desarrollaron su ministerio misionero en la localidad peruana de Pariacoto, en la zona andina de la región Ancash.

Durante once años llevaron adelante una labor evangelizadora entre los más pobres hasta que fueron asesinados por terroristas de Sendero Luminoso, el 9 de agosto de 1991, grupo que los acusaba de “engañar a la gente” y adormecer “el ímpetu revolucionario con la predicación de la paz”.

Poco más de dos semanas después, el 25 de agosto, el grupo terrorista acabó con la vida de otro sacerdote misionero, el italiano Alessandro Dordi, que llevaba adelante su labor en la región del Santa, también en Ancash.

El P. Dordi, sacerdote de la Diócesis italiana de Bérgamo, había llegado a Perú en 1980 como misionero fidei donum, como se conoce a quienes son enviados de una diócesis a otra, comúnmente territorio de misión, para la evangelización a la población. El término Fidei donum proviene de la encíclica del mismo nombre publicada por el Papa Pío XII en 1957, en la que animaba a los católicos a “llevar hasta los confines de la tierra la luz del cristianismo y el progreso de la civilización”.

Abimael Guzmán, fallecido cabecilla del grupo terrorista, le confesó al obispo Luis Bambarén que él fue el que dio la orden de asesinar a los tres sacerdotes por odio a la fe, “porque la religión es el opio del pueblo”.

El Papa Francisco aprobó el 3 de febrero de 2015 el decreto que reconocía su martirio, y los tres sacerdotes fueron proclamados beatos en Chimbote, capital de la región Ancash, el 5 de diciembre de ese año, en una ceremonia presidida por el Cardenal Angelo Amato, entonces prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos.

Una diversidad que “no generó distancia” sino que fue “un aporte”

El Papa recordó en su mensaje que los tres sacerdotes eran “claramente distintos: dos jóvenes frailes franciscanos polacos y un presbítero diocesano italiano. Llevaban consigo lenguas, culturas, formaciones, carismas, espiritualidades y modos de proceder diferentes”.

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“Cada cual tenía una manera única de acercarse a las personas y de vivir el ministerio. Pero en el Perú esa diversidad no generó distancia; al contrario, se volvió un aporte”. resaltó.

Los franciscanos en Pariacoto y el diocesano fidei donum en el Santa “compartieron el mismo celo, la misma entrega y el mismo amor a la gente —particularmente a los más necesitados— llevando en el corazón, con afecto pastoral, las preocupaciones y los sufrimientos de los habitantes de esas tierras”.

Un testimonio ante “dicotomías o dialécticas estériles”

León XIV compartió luego su cercanía al haber sido él también misionero en Perú: “Habiendo servido también en ese querido país, encuentro en ellos algo profundamente familiar para quien ha vivido la misión, y al mismo tiempo esencial para toda la Iglesia: la comunión que nace cuando historias tan distintas se dejan reunir por Cristo y en Cristo, de modo que lo que cada uno es y aporta —sin dejar de ser propio— termina confluyendo en un único testimonio del Evangelio para el bien y la edificación del pueblo de Dios”.

“Por eso creo firmemente que sus vidas, así como su martirio, pueden ser hoy una llamada a la unidad y a la misión para la Iglesia universal”, subrayó.

“En un tiempo marcado por sensibilidades diversas en el que con facilidad se cae en dicotomías o dialécticas estériles, los Beatos de Chimbote nos recuerdan que el Señor es capaz de unir lo que nuestra lógica humana tiende a separar. No es la plena coincidencia de pareceres lo que nos une, sino la decisión de conformar nuestro parecer con el de Cristo”, dijo, recordando la constitución dogmática Lumen gentium.

Ante “los desafíos pastorales y culturales que la Iglesia atraviesa”, dijo León, la memoria de los mártires de Chimbote “nos pide un paso decisivo: volver a Jesucristo como medida de nuestras opciones, de nuestras palabras y de nuestras prioridades. Volver a Él con aquella firmeza del corazón que no retrocede, ni siquiera cuando la fidelidad al Evangelio reclama el don de la propia vida”.

“¡No teman la llamada del Señor!”

El Santo Padre alentó a que este décimo aniversario “sea para la Iglesia de Chimbote una ocasión para renovar la disponibilidad al apostolado”, haciendo un llamado a que las comunidades en las que los mártires evangelizaron “continúen hoy la misión por la que ellos dieron su vida, la de anunciar a Jesús con palabras y con obras”.

También hizo un llamado a los jóvenes tanto de Perú como de Polonia, de Italia “y del mundo entero”: “¡no teman la llamada del Señor! Sea al sacerdocio, a la vida consagrada o incluso a la misión ad gentes, para ir allí donde Cristo aún no es conocido”.

“Invito también al clero —especialmente a los sacerdotes jóvenes— a considerar con generosidad la posibilidad de ofrecerse como fidei donum, siguiendo el ejemplo del beato Alessandro; y motivo a los obispos, a sostener el ardor de los sacerdotes jóvenes y a socorrer a las Iglesias más necesitadas mediante el envío fraterno de ministros que prolonguen la caridad pastoral de Cristo allí donde más se requiere”, expresó.

“Que la memoria de estos testigos ilumine el camino de la Iglesia que peregrina en Chimbote y de cuantos, en todo el mundo, desean seguir e imitar a nuestro Salvador con corazón generoso”, concluyó.

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