El Papa León XIV se despidió del pueblo libanés con una profunda homilía cargada de esperanza, en la que les recordó que siempre existen motivos para dar gracias al Señor.
A continuación, la homilía del Santo Padre en el Beirut Waterfront este 2 de diciembre, su última cita antes de regresar a Roma:
Queridos hermanos y hermanas:
Al finalizar estos días intensos, que hemos compartido con alegría, celebramos nuestra acción de gracias al Señor por tantos dones recibidos de su bondad, por el modo en que se hace presente entre nosotros, por su Palabra que se nos ofrece en abundancia y por lo que nos ha permitido vivir juntos.
También Jesús, como acabamos de escuchar en el Evangelio, tiene palabras de gratitud para el Padre y, dirigiéndose a Él, reza diciendo: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra” (Lc 10,21). Sin embargo, la dimensión de la alabanza no siempre encuentra espacio dentro de nosotros. A veces, agobiados por las fatigas de la vida, preocupados por los numerosos problemas que nos rodean, paralizados por la impotencia ante el mal y oprimidos por tantas situaciones difíciles, nos sentimos más inclinados a la resignación y a la queja que al asombro del corazón y al agradecimiento.
La invitación a cultivar siempre actitudes de alabanza y gratitud la dirijo precisamente a ustedes, querido pueblo libanés. A ustedes, que son destinatarios de una belleza singular con la que el Señor ha adornado su tierra y que, al mismo tiempo, son espectadores y víctimas de cómo el mal, en sus múltiples formas, puede empañar esta maravilla.