El Papa aterrizó el domingo en (Beirut) Líbano y pisó, en su primer viaje internacional, un país en guerra. Hace justo una semana Israel lanzó misiles en la capital libanesa y causó cinco muertos. Estos días se había cumplido un año del teórico alto el fuego con su vecino de la frontera sur, que en 2024 invadió parte de esta zona del país para desarmar a la milicia terrorista proiraní Hezbolá.
Este lunes, León XIV se reunió por primera vez con representantes de distintas confesiones cristianas y de otras religiones presentes en el país, ante quienes expresó que su convivencia pacífica es la prueba fehaciente de que “el miedo, la desconfianza y los prejuicios no tienen la última palabra, y que la unidad, la reconciliación y la paz son posibles”.
Su mensaje ha sido claro: “Cristianos, musulmanes, drusos y muchos otros pueden vivir juntos y construir un país unido por el respeto y el diálogo”.
El Líbano es el único Estado de Oriente Medio en el que el cristianismo sigue teniendo un gran peso social y político. Aunque la última cifra oficial data del censo de 1932 —que situaba a los cristianos en el 51,2 % de la población—, en 2025 se estima que representan aproximadamente un tercio del total de habitantes.
Junto a los cristianos conviven distintas ramas del islam suní, chií y alauí, además de la comunidad drusa, que mantiene un estatuto propio no asimilado ni al islam ni al cristianismo. A todos ellos les ha pedido expresamente que hagan frente a la “intolerancia”, para iluminar el camino “hacia la justicia y la concordia para todos, a través del testimonio de su fe”.