El Papa León XIV hizo un llamado en defensa de la dignidad de las personas mayores, denunciando que en sociedades marcadas por la “eficiencia” y el “materialismo” se ha debilitado el respeto hacia quienes encarnan la memoria y la sabiduría de los pueblos. Lo dijo durante su visita a la residencia de ancianos de Estambul, gestionada por las Hermanitas de los Pobres. Lea aquí el texto completo.
Queridas hermanas y queridos hermanos, ¡buenos días!
Agradezco de corazón las palabras de bienvenida y la acogida. ¡La acogida es el don de esta casa! Un don que viene de Dios y que las Hermanitas de los Pobres, los trabajadores y los benefactores, así como todos los huéspedes, hacen fructificar en su convivencia cotidiana. ¡Gracias a todos!
Me gustaría compartir con ustedes dos sencillas reflexiones. La primera se inspira en el nombre de ustedes, queridas hermanas: se llaman “Hermanitas de los Pobres”. Un nombre hermoso, ¡y que da qué pensar! Sí, el Señor no las ha llamado sólo para asistir o ayudar a los pobres. ¡Las ha llamado a ser sus “hermanas”! Como Jesús, a quien el Padre envió no sólo para ayudarnos y servirnos, sino para ser nuestro hermano.
Este es el secreto de la caridad cristiana: antes que ser para los demás, se trata de estar con los demás, en un compartir basado en la fraternidad. La segunda reflexión me la sugieren ustedes, queridos huéspedes de esta casa. Ustedes son adultos mayores. Y esta palabra, “mayor”, hoy corre el riesgo de perder su significado más verdadero: en muchos contextos sociales, donde domina la eficiencia y el materialismo, se ha perdido el sentido del respeto por las personas mayores. En cambio, la Sagrada Escritura y las buenas tradiciones nos enseñan que —como solía repetir el Papa Francisco— los ancianos son la sabiduría de un pueblo, una riqueza para los nietos, para las familias, para toda la sociedad.
Por eso, va un doble agradecimiento a esta casa que, en nombre de la fraternidad, se abre a la acogida de los adultos mayores. Esto, lo sabemos, no es fácil, requiere mucha paciencia y mucha oración. Por eso, ahora roguemos al Señor que los acompañe y los sostenga, e invoquemos su bendición.