14 de diciembre de 2025 Donar
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Cómo el hombre que sería el Papa Juan XXIII ayudó a forjar las relaciones entre el Vaticano y Turquía 

Estatua de San Juan XXIII en el patio de la Iglesia de San Antonio de Padua, en Estambul./ Crédito: Souhail Lawand / ACI MENA

El viaje del Papa León XIV a Turquía y el Líbano conlleva un importante simbolismo histórico y diplomático. Su decisión de hacer del mausoleo de Mustafá Kemal Atatürk su primera parada evoca inmediatamente el legado de su predecesor, San Juan XXIII, quien se convirtió en un puente cultural y espiritual entre Oriente y Occidente, muy similar a Estambul (antes llamada Constantinopla), la ciudad a la que llegó hace 90 años. 

En enero de 1935, tan solo unas semanas después de ser nombrado delegado apostólico para Turquía y Grecia, el arzobispo Angelo Roncalli —el futuro San Juan XXIII— llegó a la estación de tren Haydar Pasha de Estambul procedente de Bulgaria. Comenzó su misión en un país que por entonces no mantenía relaciones diplomáticas formales con el Vaticano. 

Inmediatamente después de su llegada, comenzó a evaluar la situación de las iglesias y comunidades católicas de todo el país: jesuitas, capuchinos, maronitas, melquitas, siríacos y otros. En un gesto sin precedentes, se reunió posteriormente con el patriarca ecuménico. 

Mons. Roncalli también desempeñó un importante papel humanitario en relación con otros grupos minoritarios, en particular ayudando a los refugiados judíos de Polonia a huir de su patria durante la Segunda Guerra Mundial. 

Desempeñó su misión en Turquía por 10 años, durante los cuales atestiguó los últimos años de la vida de Atatürk. Con un instinto diplomático excepcional, comprendió la transformación política y social que se estaba produciendo en la Turquía moderna. Respetó las leyes seculares del país, incluida la que prohibía la vestimenta religiosa fuera de los lugares de culto, y se aseguró de cumplirlas. 

Imagen de San Juan XXIII sobre la entrada de la Catedral del Espíritu Santo, en Estambul. Crédito: Souhail Lawand / ACI MENA

El futuro pontífice enfrentó importantes desafíos al principio, ya que las relaciones entre las autoridades turcas y la Iglesia Católica eran tensas desde antes de su llegada. Sin embargo, con rapidez y habilidad, construyó puentes de confianza con la joven república, ganándose el respeto de sus funcionarios.  

Entabló relaciones amistosas con muchas figuras turcas, entre ellas el diplomático Numan Menemencioğlu, quien posteriormente se convirtió en ministro de Asuntos Exteriores. 

Mons. Roncalli también fue el primer obispo en utilizar el idioma turco en la celebración de la Misa, leyendo un pasaje del Evangelio en turco durante la liturgia navideña de 1935. Creía que ignorar el idioma local sería una falta de respeto hacia el pueblo. 

Cuando el Papa Pío XII falleció en 1958, la prensa turca destacó a Roncalli como uno de los principales candidatos a sucederlo y siguió de cerca el cónclave. Tras su elección como Papa Juan XXIII, Turquía fue uno de los primeros países en felicitarlo, reconociendo el impacto positivo que había dejado. 

En 1959, el presidente turco Celâl Bayar visitó el Vaticano y se reunió con el Papa, quien expresó su añoranza por Estambul y el Bósforo. Elogió a los católicos turcos como ciudadanos fieles. Durante esa visita, ambas partes acordaron establecer relaciones diplomáticas formales, que comenzaron oficialmente al año siguiente y allanaron el camino para futuros viajes papales a Estambul, con la única excepción de Juan Pablo I, cuyo papado duró solo 33 días.  

Cuando el Papa Benedicto XVI visitó Estambul en 2006, se inauguró una estatua de San Juan XXIII. Originalmente instalada en el patio de la Catedral del Espíritu Santo, cuya entrada hoy está adornada con una imagen del santo pontífice, la escultura fue posteriormente trasladada al patio de la iglesia de San Antonio de Padua. 

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Debajo de la estatua se encuentra una inscripción que dice: “Papa Juan XXIII, amigo del pueblo turco”. Esta refleja sus numerosas expresiones de afecto hacia ellos, incluyendo su famosa frase: “Amo al pueblo turco”. El pueblo turco correspondió a este cariño dándole el famoso apodo de “el Papa turco”. 

Traducido y adaptado por el equipo de ACI Prensa. Publicado previamente en CNA y originalmente en ACI MENA. 

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