La República Checa, conocida por su patrimonio histórico, sus joyas arquitectónicas con castillos de cuento y arquitectura medieval, está considerado el país más ateo de Europa.
La evangelización en esta tierra —que aún arrastra las consecuencias de un pasado marcado por el comunismo y la división—, es un continuo reto, pero no una meta imposible: los misioneros checos afirman percibir “toques milagrosos de la presencia de Dios” en una sociedad cada vez más sedienta de Amor y Verdad.
Aproximadamente un 80% de los más de 10,5 millones de habitantes de la República Checa asegura no pertenecer a ninguna religión. Aunque alrededor de un tercio de la población dice creer en Dios —en muchos casos sin vincularse a una confesión concreta—, sólo el 9,4% se identifica como católico.
Cerca de una cuarta parte de los checos se declara atea, según la encuesta de Pew 2017 sobre los valores europeos, lo que convierte al país en uno de los más secularizados del continente. Al comparar los resultados de los censos desde 1991, se observa una clara disminución en la pertenencia a iglesias y un crecimiento de la creencia personal en Dios sin afiliación institucional.
“Toques milagrosos de la presencia de Dios”
El hermano Šimon Růžička, OFM, responsable de las misiones franciscanas urbanas en el país, explica a ACI Prensa que los misioneros experimentan “toques milagrosos de la presencia de Dios”, reflejados en una “profunda sed de Amor y, por tanto, de Dios”.