Durante el rezo del Ángelus, el Papa León XIV aseguró que el centro de las preocupaciones de Dios es que “nadie se pierda para siempre, que cada uno tenga su lugar y resplandezca en su unicidad”.
Desde la Plaza de San Pedro, y en el marco de la celebración de los Fieles Difuntos, el Pontífice señaló que “la resurrección de entre los muertos de Jesús, el Crucificado, ilumina en estos primeros días de noviembre el destino de cada uno de nosotros”.
Citó el Evangelio de San Juan para recordar la promesa de Cristo: “La voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que Él me dio, sino que lo resucite en el último día”.
El Papa subrayó que esta certeza expresa “el núcleo de la preocupación de Dios: que nadie se pierda para siempre, que cada uno tenga su lugar y resplandezca en su unicidad”.
El Santo Padre relacionó este mensaje con la solemnidad de Todos los Santos, celebrada ayer sábado, a la que definió como “una comunión de las diferencias que, por así decirlo, extiende la vida de Dios a todos los hijos e hijas que desearon formar parte de ella”.
Asimismo, recordó las palabras del Papa Benedicto XVI, quien escribió que la vida eterna “no es un continuo sucederse de días sin fin, sino el sumergirse en el océano infinito del amor, en el que el tiempo, el antes y el después ya no existen más”.