Seguir a María asegura la victoria
De Montfort nos dice en su Tratado de la verdadera devoción a María por qué Dios quiere que ella guíe a los fieles en los últimos tiempos, incluido el tiempo en que aparecerá el Anticristo.
Dios ha establecido una sola enemistad —pero es irreconciliable— que perdurará e incluso se intensificará hasta el fin de los tiempos. Esa enemistad es entre María, su digna Madre, y el diablo, entre los hijos y siervos de la Santísima Virgen y los hijos y seguidores de Lucifer.
“Así pues, el enemigo más temible que Dios ha puesto contra el diablo es María, su santa Madre”.
De Montfort explicó desde el Génesis (3:16) que Dios ya le dio a María, aún no nacida, el ingenio para desenmascarar y el poder para derrotar y aplastar al diablo rebelde.
Por eso, “Satanás la teme no solo más que a los ángeles y a los hombres, sino, en cierto sentido, más que a Dios mismo. Esto no significa que la ira, el odio y el poder de Dios no sean infinitamente mayores que los de la Santísima Virgen, ya que sus atributos son limitados. Simplemente significa que Satanás, siendo tan orgulloso, sufre infinitamente más al ser vencido y castigado por una humilde sierva de Dios, pues su humildad lo humilla más que el poder de Dios”.
De Montfort entra en gran detalle, rebosante de esperanza y victoria en todos los tiempos. Subraya que en todas las persecuciones presentes y futuras, “la humilde María siempre triunfará sobre Satanás, el soberbio, y tan grande será su victoria que aplastará su cabeza, la misma sede de su orgullo. Desenmascarará la astucia de su serpiente y expondrá sus perversas maquinaciones. Dispersará a los cuatro vientos sus planes diabólicos y, hasta el fin de los tiempos, mantendrá a sus fieles siervos a salvo de sus crueles garras”.
Las directrices para nosotros se vuelven cada vez más claras. Para ganar la batalla, debemos estar cerca de María. San Juan Pablo II demostró que debemos consagrarnos a María y a su Inmaculado Corazón y tenerle devoción.
Respecto a los devotos, de Montfort subrayó: “Verán claramente que ella es el camino más seguro, más fácil, más corto y más perfecto para acercarse a Jesús y se entregarán a ella, en cuerpo y alma, sin reservas para pertenecer enteramente a Jesús”.
Triunfo a la vista
“Bienaventurados serán los que venzan al tirano entonces”, escribió San Hipólito entre los numerosos detalles que presenta sobre los últimos tiempos. “Pues serán presentados como más ilustres y sublimes que los primeros testigos; pues los primeros solo vencieron a sus secuaces, pero estos derribaron al propio acusador, el hijo de la perdición. ¡Con cuántos elogios y coronas, por tanto, no serán adornados por nuestro Rey, Jesucristo!”.
San Juan Damasceno nos recordó con fuerza lo que dicen las Escrituras sobre el regreso de Cristo. El Señor descenderá del cielo de la misma manera que los apóstoles lo vieron ascender al cielo: “Y con el espíritu de su boca destruirá al hombre de iniquidad, al hijo de perdición. Así que nadie espere que el Señor venga de la tierra, sino del cielo, como él mismo nos ha asegurado…”.
Hasta entonces es claro que nos fortalecemos volviéndonos y escuchando al Sagrado Corazón y a nuestra Madre María quienes nos guiarán y protegerán para permanecer fieles en tiempos turbulentos.
Como dijo el Papa Juan Pablo II en su homilía sobre la Asunción: “María, en este mundo, ‘hasta que llegue el día del Señor, brilla ante el pueblo de Dios en marcha, como señal de esperanza cierta y de consuelo’ (Lumen gentium, 68). Como Madre solícita de todos, sostiene el esfuerzo de los creyentes y los estimula a perseverar en el empeño”.
El Santo Padre le pidió a María: “Ayúdanos a no tener miedo de seguirlo hasta el fondo, incluso cuando nos parece que la cruz pesa demasiado. Haz que comprendamos que ésta es la única senda que lleva a la cumbre de la salvación eterna”.
Se avecinan tiempos difíciles, pero en Fátima Ella nos dio su seguridad: “Pero al final mi Inmaculado Corazón triunfará”.
Traducido y adaptado por el equipo de ACI Prensa. Publicado originalmente en el National Catholic Register
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