5 de diciembre de 2025 Donar
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El Papa León XIV urge a los consagrados a ser pobres y “hambrientos de santidad”

Imagen del Jubileo de la Vida Consagrada/ Crédito: Daniel Ibáñez/ EWTN News

El Papa León XIV presidió este jueves en la Plaza de San Pedro del Vaticano la Misa con motivo del Jubileo de la Vida Consagrada, un evento que ha reunido en Roma a consagrados de diversas formas de vida. 

Desde el miércoles 8 de octubre, religiosos, religiosas, monjes y contemplativas, miembros de institutos seculares, miembros del Ordo virginum, eremitas y miembros de los “nuevos institutos” de diferentes países participaron en esta cita jubilar, que concluirá en la tarde de este 9 de octubre. 

“Abandonarse como niños en los brazos del Padre”

Tras saludar a todos los participantes del jubileo, el Santo Padre inició su homilía reflexionando sobre la frase del Evangelio de San Lucas: “Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá” (Lc 11,9). Con estas palabras, explicó, “Jesús nos invita a dirigirnos con confianza al Padre en todas nuestras necesidades”.  

Al dirigirse en particular a los consagrados, el Pontífice les recordó que “vivir los votos es abandonarse como niños en los brazos del Padre”.

En este sentido, subrayó que “pedir” es reconocer, en la pobreza, “que todo es don del Señor y dar gracias por todo”; “buscar” es abrirse, “en la obediencia, a descubrir cada día el camino que debemos seguir para alcanzar la santidad, según los designios de Dios”; y “llamar” es pedir y ofrecer a los hermanos “los dones recibidos con corazón puro, esforzándose en amar a todos con respeto y gratuidad”.  

El Papa León XIV les exhortó a continuación a hacer memoria de la gratuidad de su vocación, “comenzando desde los orígenes de las congregaciones a las que pertenecen hasta el momento presente, desde los primeros pasos de su itinerario personal hasta este instante”. 

“Él nos ha querido y elegido desde siempre”

Así, les recordó que Él “nos ha querido y elegido desde siempre” y que es esencial “mirar hacia atrás la propia existencia, trayendo a la mente y al corazón todo lo que el Señor ha realizado, a lo largo de los años, para multiplicar los talentos, para acrecentar y purificar la fe, para hacer más generosa y libre la caridad”. 

Precisó que aunque en ocasiones esto ha sucedido en circunstancias alegres, otras veces por caminos más difíciles de entender “e incluso a través del crisol misterioso del sufrimiento”, siempre ha sido “en el abrazo de esa bondad paternal que caracteriza su actuar en nosotros y a través de nosotros, por el bien de la  Iglesia”.

“El Señor es todo”

En este contexto, afirmó que Dios es la plenitud y sentido de nuestra vida: “El Señor es todo. Lo es en distintos modos, ya sea como Creador y fuente  de la existencia, como amor que llama e interpela, como fuerza que impulsa y anima a la donación”.  

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“Sin Él nada existe, nada tiene sentido, nada vale, y el ‘pedir’, ‘buscar’ y ‘llamar’ de ustedes, tanto en la oración como en la vida, hacen referencia a esta verdad”, señaló.

Como es habitual en sus homilías, el Papa León XIV evocó a San Agustín para recordar a los consagrados “la necesidad de infinito que habita en el corazón de todo hombre o mujer de este mundo”.

Precisamente por esto, insistió que la Iglesia les confía la tarea de ser, con su despojarse de todo, “testigos vivos del primado de Dios en su existencia, también ayudando lo más que puedan a los demás hermanos y hermanas que encontrarán para cultivar su amistad con Él”. 

También afirmó que “la historia nos enseña que de una experiencia de Dios brotan siempre impulsos generosos de caridad”, como ha sucedido en la vida de sus fundadores.

Ante la tendencia actual de quienes afirman que es “inútil servir a Dios”, el Papa explicó que es “un modo de pensar que lleva a una auténtica parálisis del alma, por la cual uno se contenta con una vida hecha de instantes fugaces, de relaciones superficiales e  intermitentes, de modas pasajeras, todas ellas, cosas que dejan vacío el corazón”. 

“Para ser verdaderamente feliz, el hombre no necesita de eso, sino de experiencias de amor consistentes, duraderas, sólidas”, afirmó. 

Por último, el Santo Padre reflexionó sobre la dimensión escatológica de la vida cristiana, “que nos quiere comprometidos en el mundo, pero al mismo tiempo constantemente orientados hacia la eternidad”. 

En este sentido, citó el Concilio Vaticano II, donde se afirma que “los consagrados están llamados en modo particular a ser testigos de los ‘bienes futuros’”.

El Pontífice señaló que el Señor, al que han dado todo, “les ha correspondido con tanta hermosura y riqueza”, y les exhortó a atesorarlas y cultivarlas recordando las palabras de Pablo VI: “Conservad la sencillez de los más pequeños del Evangelio”. 

“Sabed encontrarla en el íntimo y más cordial trato con Cristo o en el contacto directo con vuestros hermanos. Conoceréis entonces ‘el rebosar de gozo por la acción del  Espíritu Santo’ que es de aquellos que son introducidos en los secretos del Reino’”, indicó.

Por último, les invitó a ser “verdaderamente pobres, mansos, hambrientos de santidad, misericordiosos, puros de corazón; sed de aquellos, gracias a los cuales el mundo conocerá la paz de Dios”.

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