Lea aquí el texto completo de la homilía de la Misa que ha celebrado este domingo el Papa León XIV en el Jubileo de los catequistas.
Queridos hermanos y hermanas: Las palabras de Jesús nos comunican cómo Dios contempla el mundo, en cada tiempo y en cada lugar.
El Evangelio que hemos escuchado (Lc 16,19-31) nos muestra la mirada de Jesús sobre un pobre y un rico: uno muere de hambre y el otro se sacia delante de él; contempla los vestidos elegantes de uno y las llagas del otro, que hasta los perros lamen (cf. Lc 16,19-21).
Pero no solo eso: el Señor mira el corazón de los hombres y, a través de sus ojos, reconocemos a un indigente y a un indiferente. Lázaro es olvidado por quien tiene delante, apenas más allá de la puerta de su casa, y, sin embargo, Dios está cerca de él y recuerda su nombre. El hombre que vive en la abundancia, en cambio, carece de nombre, porque pierde su propia identidad al olvidarse del prójimo. Se dispersa en los pensamientos de su corazón, lleno de cosas y vacío de amor. Sus bienes no lo hacen bueno.
El relato que Cristo nos entrega es, por desgracia, muy actual.
A las puertas de la opulencia se encuentra hoy la miseria de pueblos enteros, lacerados por la guerra y la explotación. A través de los siglos, nada parece haber cambiado: ¡cuántos Lázaros mueren delante de la codicia que olvida la justicia, del beneficio que aplasta la caridad, de la riqueza ciega ante el dolor de los pobres!