El Papa León XIV reflexionó este miércoles sobre los últimos momentos de Jesús en la cruz y subrayó que no aparece como un “héroe victorioso”, sino como un “mendigo de amor” que “no condena” y tanto menos “se defiende”.
Durante la Audiencia General, que gracias a la tregua en el tórrido verano de Roma ha podido celebrarse en la plaza de San Pedro del Vaticano, el Pontífice profundizó en el relato de la pasión, del Evangelio según San Juan, cuando Cristo crucificado pronuncia la frase: “Tengo sed”.
Así, afirmó que la sed del Crucificado no es sólo la “necesidad fisiológica” de un cuerpo destrozado, sino sobre todo, la expresión del “dedo profundo” de amor, de relación, de comunión.
Su imagen, aseveró León XIV, es la de un Dios “que no se avergüenza de mendigar un sorbo, porque en ese gesto nos dice que el amor, para ser verdadero, también debe aprender a pedir y no sólo a dar”.
A continuación, manifestó que “Jesús no salva con un golpe de efecto, sino pidiendo algo que por sí solo no puede darse”.
Esto, según el Santo Padre abre una puerta a la verdadera esperanza: “Si incluso el Hijo de Dios ha elegido no bastarse a sí mismo, entonces también su sed —de amor, de sentido, de justicia— no es un signo de fracaso, sino de verdad”, afirmó.