Todos los monaguillos llevaban zapatos negros, algo que no se ve en la mayoría de las Misas parroquiales desde hace décadas, ya que la vestimenta para la iglesia se ha vuelto más relajada. Eran 11, un número grande en estos días, vestidos con sobrepellices blancas sobre sotanas negras. Los niños precedieron al P. Daniel O’Mullane rumbo al altar para la Misa semanal en la escuela Our Lady of Mount Carmel (OLMC) en Boonton, Nueva Jersey (Estados Unidos), después de que los niños entraran por grados: niñas con faldas de cuadros azul y gris, blusas blancas y suéteres azul marino, y niños con pantalones grises y camisas blancas con corbata, llenaron la iglesia.
Para los baby boomers católicos, la Misa del viernes por la mañana parecía sacada de mediados de los años 60, cuando 6 millones de niños estadounidenses asistían a más de 12.000 escuelas católicas. Pero si entraran hoy a las aulas de OLMC y escucharan clases conducidas por discusiones abiertas y socráticas, y no por planes de lecciones estrictos y detallados, o escucharan discursos filosóficos sobre las virtudes en lugar de definiciones memorizadas aprobadas por monjas, no creerían lo que oyen.
“Enseñamos que la fe proporciona la consecución de una existencia significativa”, dijo el P. O’Mullane. “Enseñamos sobre lo que es verdadero, bueno y bello. En el aula, los principios que animan son la valentía y la caridad, enseñados a través de la vida de Cristo y el Evangelio, y el intelectualismo griego, romano y católico”.
Se hace énfasis en los grandes libros y grandes pensadores, desde Sócrates, Platón y Aristóteles hasta Jesucristo, San Pablo Apóstol, San Agustín y Santo Tomás de Aquino. Los estudiantes de secundaria leen La Odisea de Homero, De Officiis (“Sobre los deberes”) de Cicerón y La Eneida de Virgilio. Las lecciones de latín comienzan en la escuela primaria.
Este concepto antiguo y ahora moderno de educación sería ajeno para la mayoría de las personas que asistieron a escuelas católicas primarias del siglo XX, que alcanzaron su punto máximo con los hijos de la generación de la Segunda Guerra Mundial. Para esos niños de ascendencia irlandesa, italiana y polaca, el énfasis estaba en seguir las reglas más que en el pensamiento creativo. Las religiosas, entonces 200.000 a nivel nacional, eran las maestras predominantes, y gobernaban con, bueno, reglas (y reglas físicas).
A medida que las monjas han ido desapareciendo, las escuelas católicas han luchado por pagar a los maestros laicos, un factor que, junto con la infraestructura envejecida y el declive en la asistencia a la iglesia, ha hecho que el número de escuelas católicas se reduzca a menos de 6.000 en la actualidad.