5 de diciembre de 2025 Donar
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Desde el monte Tabor, se celebra la misa de la Transfiguración con un llamado a la esperanza en medio de la cruz

La misa de este 6 de agosto en la Basílica de la Transfiguración./ Crédito: FG/CTS.

Desde la cima del monte Tabor, en donde el Señor Jesús se transfiguró ante los apóstoles Pedro, Santiago y Juan, la Custodia de Tierra Santa (CTS) celebró una Misa solemne, oficiada por Fray Francesco Ielpo.

La homilía giró en torno al Evangelio del día, que narra el episodio de la Transfiguración: “Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, y los llevó a un monte alto, y se transfiguró ante ellos, de modo que su rostro se puso resplandeciente como el sol y sus vestidos blancos como la luz. En esto se le aparecieron Moisés y Elías hablando con Él”. (Mt 17, 1-3).

Fray Ielpo, nuevo Custodio de Tierra Santa, dijo que en aquel glorioso acontecimiento, Jesús mostró a sus discípulos su destino definitivo y también el suyo propio.

“Es como si el Señor, conociendo las dificultades del viaje, les ofreciera un momento de luz, un anticipo del paraíso”, dijo el Custodio. “Porque el camino del discípulo siempre pasa por la cruz, pero no termina en la cruz. Va más allá. Va hacia la gloria”, agregó.

El franciscano aseguró que todos los católicos pueden verse reflejados en los apóstoles que presenciaron la Transfiguración de Jesús, reconociendo que “necesitamos momentos de luz, de belleza y de consolación para poder continuar el viaje”.

Seis días antes de lo que sucedió en el monte Tabor, el Señor había anunciado su pasión y su muerte a sus discípulos, una noticia impactante que los dejó “profundamente preocupados”, dijo Fray Ielpo. Luego de aquella dolorosa revelación, en un gesto “casi familiar”, Jesús lleva a “tres discípulos amados” hasta la cima de la montaña.

“Queridos hermanos y hermanas, me gustaría pensar que nosotros, los cristianos de Tierra Santa, somos hoy esos discípulos privilegiados”, comentó.

“La precedencia, porque se nos ha concedido por gracia estar físicamente en esta montaña para caminar por estos lugares sagrados donde el Verbo se hizo carne, es un don y una responsabilidad de ser testigos de la luz en medio de las muchas cruces de esta tierra”, añadió el Custodio.

En el camino de la fe, continuó Fray Ielpo, hay “días extenuantes, oscuros y algunas veces incomprensibles, pero Dios no nos abandona”. Tal y como sucedió con Pedro, Santiago y Juan, el Señor nos regala “destellos de luz”, de su presencia divina y consolaciones internas que nos hacen exclamar como el Príncipe de los Apóstoles: “¡Señor, qué bien se está aquí!”.

“Éste es mi Hijo amado, en quien tengo puestas mis complacencias; escúchenlo”

Estas palabras de Dios Padre son “el corazón de la experiencia cristiana”, que no es más que saber escuchar a Jesús, destacó. Para el Custodio, el Evangelio es la luz, la fuerza y la voz que nos guía en los momentos difíciles.

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“Quien escucha el evangelio y lo pone en práctica ya experimenta la transfiguración. Ahora, una transfiguración interior que nos permite vivir incluso el dolor de una manera nueva, iluminada por la esperanza”, dijo.

“Así pues, hermanos y hermanas, aquí en esta montaña dejémonos transfigurar por la luz del Evangelio. Y cuando bajemos, como los discípulos, recordemos que la gloria no nos aleja de la cruz, sino que nos da la fuerza para llevarla”, concluyó.

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