Tercer día de la novena: por la Patria
Palabra de Dios
“Recomiendo que se hagan peticiones, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todas las personas, por los soberanos y por todas las autoridades, para que podamos tener tranquilidad y una vida piadosa y digna” (1 Timoteo 2, 1-2).
Meditación
Amar la patria es salir del propio yo para pensar como hermanos, como comunidad, como pueblo. Uno no puede ser feliz si odia a su propia patria, si olvida que este país es también un don que Dios nos ha regalado.
Este es nuestro lugar, y aquí donde estamos tenemos que sentirnos parte. Ya sabemos que hay cosas negativas, pero nosotros estamos para tratar de cambiar algo y aportar nuestra ayuda para el bien de todos.
Un poeta decía algo muy lindo: “Este país… se convierte en el único sitio donde el aire es mi aire…y en mi cama hay un pozo que es mi pozo… y cuando miro el cielo veo acá mis nubes y allí mi Cruz del Sur… y no me siento al margen” (Mario Benedetti).
Más allá de las bellezas de la geografía, más allá de esta tierra que me sostiene, está ese “nosotros” que es lo más lindo del patriotismo, está el pueblo argentino del cual soy parte. Hay un deseo común que nos ilusiona y que nos junta, y entonces ya no me duelen sólo
mis problemas, me duelen las angustias de todos. Me interesa la prosperidad de la patria para que todos puedan sufrir menos y estar un poquito mejor.
San Cayetano vivió en distintos lugares, y cada vez que llegaba a una ciudad se sentía parte, se arremangaba, colaboraba y buscaba hacer algo por los demás.
Pero también sentía la nostalgia, las ganas de volver al lugar donde había nacido y crecido. Que él nos ayude para hacer crecer el cariño por nuestra patria y para pensar más allá de nuestra propia familia, para soñar con la felicidad de todos más allá de nuestras diferencias.
Oración
“Gracias Dios nuestro, porque la patria es un regalo tuyo. Señor, que se derrame tu bendición sobre nuestra patria. Ilumina a las autoridades, para que encuentre el camino de la prosperidad para todos. Y por la intercesión de San Cayetano ayudanos a todos a vivir unidos, como ciudadanos responsables. Madre de Luján, acordate de nuestra patria. Amén.”
Cuarto día de la novena: por los difuntos
Palabra de Dios
“Para mí la vida es Cristo, y la muerte es una ganancia… Deseo partir y estar con Cristo” (Filipenses 1, 21.23).
Meditación
San Cayetano enterraba a difuntos que morían por la peste, o a difuntos abandonados de los hospitales, y rezaba por ellos para que el Señor los reciba en el cielo.
Cuando un ser humano muere, eso no significa que Dios lo ha abandonado. Porque los seres humanos somos eternos, tenemos un comienzo, pero no tenemos fin. Un ser humano no es sólo un cuerpo que puede morir o ser destruido. Esa persona que ha muerto en realidad está viviendo. Es amada por el Señor que sostiene su existencia. Nuestros ojos no ven su cuerpo, que ha muerto, pero eso no significa que no exista. Dale gracias a Dios porque él le está regalando la vida a ese ser querido.
Cuando le anunciaron a san Juan XXIII su muerte próxima, su reacción inmediata fue decir: “Me han anunciado la noticia más hermosa. Me voy a la casa del Señor”. Pero si algunas cosas no han sido purificadas en la vida de una persona, Dios con su amor puede purificarlas aunque sea después de la muerte. Porque él quiere que entremos en su presencia celestial limpios y liberados de toda mancha. Aunque él nos perdone en el último instante de nuestra vida, de alguna manera tendremos que reparar por los males que hemos cometido. Los difuntos que no han sido completamente purificados en esta vida, pasan por esa purificación después de la muerte. Eso se llama “purgatorio”.
Precisamente por eso, nosotros podemos ofrecer nuestra oración por los difuntos. Con nuestra oración, podemos acompañarlos y ayudarlos a superar con más facilidad esa purificación después de su muerte, para que lleguen a la felicidad perfecta del cielo. Dice la Biblia que orar por los difuntos “es algo santo y provechoso” (2 Macabeos 12, 43).
Puede ocurrir que te sientas culpable porque alguna vez obraste mal con esa persona que ya murió. Pero nunca es tarde para pedirle perdón. En un momento de oración podés pedirle perdón a esa persona, y como ahora está en el amor del Señor sin duda te perdonará y Jesús los abrazará a los dos. O quizás alguna vez te sentiste ofendido por algo, y nunca lo conversaste, y eso ha quedado dando vueltas en el corazón.
Entonces es necesario hacer las paces. Mirando el rostro de esa persona difunta con tu imaginación, podés decirle con claridad que ahora comprendés tu debilidad. Y aunque no la justifiques te liberás de eso y la perdonás, con un abrazo de reconciliación.
Oración
“Señor, te rogamos por nuestros seres queridos que ya murieron, los dejamos en tus brazos. Te pedimos por la intercesión de San Cayetano que los purifiques de todo mal y les abras las puertas del cielo. Amén”.
Quinto día de la novena: por los enfermos
Palabra de Dios
“Al atardecer le trajeron todos los enfermos y endemoniados… Y Jesús curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades”
(Marcos 1, 32.34).
Meditación
San Cayetano tenía un corazón grande, que sufría con las angustias de los demás. Pero se preocupaba sobre todo por los más abandonados, por los que en aquella época se sentían olvidados por todos. Por ejemplo, cuando alguien se enfermaba de peste o de alguna enfermedad terminal infecciosa, todos escapaban para no contagiarse, pero San Cayetano buscaba la forma de ayudarlos y de estar cerca. Por eso es que funda junto a sus amigos un hospital para enfermos infecciosos incurables. Él estaba, y a través de San Cayetano esas personas podían sentir que Dios no los abandonaba.
Como conocemos ese corazón bueno de San Cayetano, hoy venimos a pedirle que interceda ante el Señor por los enfermos. Quizás tengamos algún pariente o amigo enfermo. Pidamos la gracia de que recupere la salud o que el Señor lo fortalezca y lo consuele en el dolor.
Pidamos también por esos enfermos que están solos en algún hospital, quizás esperando la muerte sin que alguien los consuele. Pidamos que el Señor toque sus corazones y les haga experimentar su cercanía, su cariño, y la dignidad que les da el amor infinito de Dios.
También podemos estar preocupados por nuestra propia salud, porque tenemos algún dolor que nos preocupa, o porque nos han diagnosticado una enfermedad que no termina de curarse, o porque la enfermedad nos despierta temor y angustia. Si te pasa eso pedile al Señor Jesús resucitado que pase con su poder y su luz por todo tu cuerpo, que te fortalezca y restaure todo tu ser.
Pero también podés pedir que sane tu interior, porque a veces el cuerpo está sano pero llevamos dentro otro tipo de enfermedades: tristezas, rencores, malos recuerdos, temores, angustia. Él con su consuelo divino puede ayudarte a sanar ese interior enfermo y devolverte la alegría, la esperanza, las ganas de vivir y de servir a los hermanos.
Oración
“Gracias Señor por la vida y la salud. Señor Jesús resucitado, que estás lleno de poder, te pido que pases tu mano por todo mi ser y me cures de todo mal. También te pido por todos los enfermos, para que por la intercesión de San Cayetano encuentren ayuda y fortaleza. Amén”.
Sexto día de la novena: por los migrantes
Palabra de Dios
“José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y huyó a Egipto” (Mateo 2, 14).
Meditación
Los cristianos siempre tenemos que ser acogedores, recibir bien a los hermanos, ser compasivos con los que son diferentes, o llegan de otros lugares y suelen ser despreciados o ignorados. San Cayetano fue un ejemplo de esas personas que están siempre con los brazos abiertos, porque en realidad él también fue un migrante: vivió en distintos reinos de aquella época y tuvo que adaptarse a distintos lugares, pero en todas partes su gran preocupación era hacer el bien y acompañar a los más abandonados.
En definitiva, todos somos migrantes, porque cada tanto la vida nos desafía, nos obliga a cambiar muchas cosas. A veces tenemos que cambiar de barrio, otras veces los amigos o familiares nos dejan solos, y nos sentimos de golpe como si estuviéramos en un lugar extraño. Pero con Dios siempre podemos salir adelante. En realidad un creyente de verdad siempre triunfa.
Cuando algo le sale mal se lo entrega al Señor, se pone en sus manos, y así el Señor sacará algo bueno de ese mal momento. Un aparente fracaso te puede dejar una enseñanza, te puede convertir en una persona más sabia, puede hacer brotar alguna luz. Todo te puede servir para algo si vivís con Dios. El creyente nunca se siente humillado y solo cuando los demás se burlan y gozan con su caída. Él cree que su Salvador lo ayudará a renacer desde las cenizas. Por eso, cuando cae, se levanta con confianza y no pierde la dignidad. Sobre todo recordá que Jesús nunca se va, jamás desaparece de tu lado. Vayas donde vayas no existe el abandono, y con Jesús siempre podés sentirte en tu casa.
Pero pidamos por todas las personas que han debido abandonar sus hogares, que han llegado de otros países o de otras provincias, dejando tantas cosas y sin saber qué les deparará el futuro. Pongámoslos con afecto en las manos del Señor por la intercesión de San Cayetano.
Oración
“Señor, queremos pedirte por todas las personas que tienen que irse de su ciudad y llegan buscando un futuro mejor para ellos y para sus hijos. Por la intercesión de San Cayetano, concedeles que puedan encaminar sus vidas, y a los cristianos enseñanos a recibirlos como hermanos. Acompañalos María con tu amor de Madre. Amén”.
Séptimo día de la novena: por la paz
Palabra de Dios
“La paz de Dios, que supera todo nuestro entendimiento, custodiará los corazones y las mentes de ustedes en Cristo Jesús” (Filipenses 4, 7).
Meditación
Estamos en un mundo duro, mucha gente vive nerviosa y resentida. En ocasiones sentimos que nos agreden o nos miran mal sin saber por qué. Otras veces sufrimos por la envidia de los demás, tememos que hagan daño a nuestra familia y nos preocupa la violencia y la inseguridad. Pidamos al Señor que derrame su paz en nuestro pueblo, que en nuestros barrios haya armonía y hermandad para que podamos convivir con serenidad.
Pero la paz en la sociedad no es posible si no tenemos paz interior. El amor del Señor nos da seguridad y eso nos trae la paz. Podemos aflojarnos, abandonar nuestros miedos y dejarnos tomar por los brazos del Padre. Sólo ese día alcanzaremos la paz que tanto buscamos.
Cuando nos dejamos amar por él, todo serena. Ese día comenzamos a vivir el cielo en la tierra, en medio de los problemas y las preocupaciones que nunca faltan.
Muchas personas no tienen paz porque temen perder algo: una propiedad, una amistad, un amor, el prestigio, la salud, etc. Podremos perder todas las posesiones, muchas cosas se irán acabando una a una, como una flor que se deshoja, pero el amor del Señor siempre estará allí para darnos fuerza y esperanza. Él estará con nosotros para sostenernos y sacarnos a flote. Te parece duro, pero tenés que aceptar que nada en este mundo es eterno, sólo Dios. Y él está siempre para acompañarte con su fuerza y su cariño. Cuando puedas aceptar eso, tendrás paz en medio de todos tus problemas.
De todos modos, podés ponerte en sus manos cuanto algo te preocupe, y él siempre te ayudará de alguna manera.
San Cayetano era un hombre de paz. Tenía en su corazón la paz de Jesús y la transmitía. Por eso varias veces, cuando había peleas familiares o guerras entre pueblos vecinos, nuestro santo se ofrecía para reconciliar a la gente, para recuperar la paz social.
Pidámosle ayuda para que podamos ser también nosotros instrumentos de paz.
Oración
“Señor amado, por la intercesión de San Cayetano, derramá tu paz divina en nuestros corazones, en nuestras familias, en nuestros barrios. Protegenos de todo peligro. Curá nuestros nerviosismos y angustias para que podamos seguir adelante con un corazón sereno. Amén”.
Octavo día de la novena: por las familias
Palabra de Dios
“Sean amables entre ustedes, compasivos, perdonándose mutuamente como Dios los perdonó en Cristo” (Efesios 4, 32).
Meditación
San Cayetano vivió en familia y después eligió vivir toda su vida en comunidad, quiso compartir su vida con otros. Nosotros también tenemos una familia o un grupo de amigos. No podemos pensar sólo en nosotros mismos, tenemos que convivir, cuidar a otros, crecer en el amor mutuo. Fuimos creados por Dios para compartir la vida con los demás, y hasta nuestras fibras más íntimas fueron hechas para el encuentro con ellos.
Si nos aislamos, cómodos y resentidos, nos enfermamos y debilitamos por dentro. Cada acto de generosidad te vuelve más fuerte, cada acto de paciencia y de perdón te fortalece, cada vez que te acercas a alguien que te necesita, eso te prepara para recibir algún regalo de Dios. Por eso en esta novena pedimos también por nuestras familias.
El Señor te ha llamado a acompañar a otras personas, a cuidarlas, a darles alegría, a ayudarles a enfrentar su vida. Quizás no puedas compartir algunas cosas con tu cónyuge, con tu padre o con un hijo, porque no coincide con todas tus ideas y con todos tus sueños. Pero es importante que busques siempre algún interés en común. Uno convive con alguien que es diferente, y no se casa con alguien que es igual. Por eso el matrimonio es un gran ejercicio de adaptación. No sólo hay que tratar de comprender a esa persona sino de compartir toda la vida con ella. Si el Señor te llamó al matrimonio también te pide un esfuerzo permanente para mantener la paz familiar.
Vivimos en un mundo cruel: cuidémonos, contengámonos y curémonos unos a otros. Si sentís que tu ser querido no te cuida lo suficiente, no debilites tu vocación de cuidarlo a él, de protegerlo, porque sos la persona más cercana que Dios ha puesto a su lado para contenerlo y ayudarlo. Si dedicás mucho tiempo a pensar en los errores del otro, es inevitable que tu amor se enferme y se debilite. Siempre encontrarás en él algún
error. Entonces es mejor pedir la gracia del perdón profundo, que comprende, espera y te ayuda a mirar con los ojos de Cristo. También pedí la gracia de sanar el amor, porque lo herimos de muchas maneras. Que San Cayetano interceda por nuestras familias.
Oración
“Gracias Dios nuestro por nuestros seres queridos. Mirá nuestras familias, para que en ellas haya unidad, entendimiento, diálogo. Por la intercesión de San Cayetano protegelas de todo mal. Ayudanos a seguir el camino de la fraternidad y de la generosidad. Llenanos Señor con tu amor, para que aprendamos a amar a los demás a pesar de todo. Iluminanos para que sepamos cómo ayudarlos. María, Madre del cielo, enseñanos a vivir en familia. Amén”.
Noveno día de la novena: por los peregrinos
Palabra de Dios
“Soy un peregrino en esta tierra Señor” (Salmo 119, 19).
Meditación
Amigas y amigos, vamos al Santuario como peregrinos, y es hermoso peregrinar. Como sabemos, cada uno podría rezar en su parroquia, o en su casa delante de una imagen, pero si va a un Santuario es porque vale la pena peregrinar. Hace bien.
No vamos como individuos, sino como pueblo en camino, y cada uno está en medio de este mar de hermanos creyentes que comparten este viaje hacia el Señor.
Cada uno se siente unido a las hermanas y hermanos que van a agradecer, a llorar, a suplicar, a pedir por sus familias o por su trabajo. Llegamos como hermanos y oramos unos por otros. También llevamos en el corazón los sufrimientos del pueblo argentino para presentarlos al Señor.
En realidad la peregrinación al Santuario nos recuerda que somos peregrinos, que toda nuestra existencia es una peregrinación. Lo dice la Palabra de Dios: “Porque somos forasteros y peregrinos ante ti, como lo fueron nuestros padres” (1 Crónicas 29,15).
“Escucha mi oración Señor, no guardes silencio ante mis lágrimas; porque extranjero soy en medio de ti, peregrino, como todos mis padres” (Salmo 39,13)
Somos peregrinos que estamos de paso en este mundo, y es como si camináramos dentro del corazón de Dios.
Él nos sostiene, nos da fuerzas para seguir adelante, para que no bajemos los brazos. Cuando llegamos como peregrinos al Santuario, sentimos que el amor del Señor nos fortalece más todavía. Y en el rostro de San Cayetano volvemos a descubrir ese amor del Señor. Pero lo importante, peregrino, es que un día vas a llegar a tu verdadera patria, a la más hermosa ciudad, al destino final de tu vida, al lugar más precioso y feliz. Mientras tanto somos caminantes, viajantes, peregrinos sedientos de la verdadera luz y de la verdadera vida.
Al llegar al Santuario nos recibe San Cayetano, que es un hermano en la fe, un santo, un hombre bueno, de corazón generoso. Durante su vida él también dedicó tiempo a recibir con cariño a los peregrinos que llegaban a Roma. Ahora, desde el Santuario, recibe con afecto y escucha a todos los que llegan a contar sus penas, a pedir ayuda al Señor o a agradecer una gracia recibida. Dale gracias por su amistad.
Oración
“Señor, bendito seas por la vida que nos regalaste. Somos peregrinos, siempre caminando hacia tu presencia, en medio de las dificultades de esta tierra. Cada día es una peregrinación, con la fuerza y el amor que nos das. Ayudanos a vivir el Evangelio para estar cada día más cerca de tu corazón divino. Que frente a la figura de San Cayetano,podamos recibir tu ayuda para seguir luchando. Amén”.
Dona a ACI Prensa
Si decides ayudarnos, ten la certeza que te lo agradeceremos de corazón.
Donar