5 de diciembre de 2025 Donar
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Presidente del Episcopado chileno comparte claves para revitalizar las comunidades ante disminución de católicos

Imagen referencial/ Crédito: Norbert47/Pixabay

Ante la disminución de católicos en Chile reflejada en el Censo 2024, el Arzobispo de La Serena y Presidente de la Conferencia Episcopal, Mons. René Rebolledo Salinas, ofreció algunas claves para revitalizar y fortalecer las comunidades creyentes.

Las cifras, publicadas la semana pasada por el Instituto Nacional de Estadísticas, revelan que el 54% de las personas mayores de 15 años en Chile se declara católica, lo que refleja una caída del 16% en las últimas dos décadas.

Al mismo tiempo, se evidencia un crecimiento acelerado de la cantidad de personas que no se identifican con ninguna religión, las que hoy alcanzan el 25,8% de la población adulta.

Mons. Rebolledo Salinas observó la “realidad ineludible” del aumento de población que declara no tener religión o credo, como también el crecimiento en la adhesión a las Iglesias evangélicas o a las creencias no institucionalizadas como “energías naturales, reencarnación, rituales ancestrales y experiencias personales de fe”. 

En ese marco, destacó que la convicción es el elemento para vivir la fe cristiana. “No basta haber crecido en una familia creyente, tampoco con el bautismo recibido en la infancia”, sino que “creer es un don de Dios que exige una opción personal, reflexionada, razonada y libre”, insistió.

Por eso, en una época marcada por el individualismo, el temor y la desesperanza, “la fe cristiana se presenta como un don que madura en el silencio, pero que se vive en fraternidad, en comunidades tal vez más pequeñas, pero vivas y creativas”, afirmó. Una fe que escoge “la esperanza frente al desánimo, la comunión en lugar del aislamiento, y la claridad desafiante del Evangelio ante lo líquido y ambiguo de otras propuestas actuales”.

Para explicar el fenómeno actual, el Arzobispo de La Serena se valió de las palabras del Cardenal Joseph Ratzinger en la década de 1960, cuando afirmaba que, de la crisis de aquel momento, surgiría una Iglesia pequeña, que perdería adeptos y privilegios; una “comunidad de la libre voluntad, a la que sólo se puede acceder a través de una decisión”.  

En estos cambios, decía Ratzinger y retoma Mons. Rebolledo, “la Iglesia encontrará de nuevo y con toda la determinación lo que es esencial para ella, lo que siempre ha sido su centro: la fe en el Dios trinitario, en Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, la ayuda del Espíritu que durará hasta el fin”. 

Este “nuevo” modo de ser Iglesia, consideró el prelado, “se vive desde el diálogo, la escucha y la sinodalidad”, llamado en el que insistía el Papa Francisco y continúa León XIV.

Esta realidad y los esperables cambios en la Iglesia, encuentran para Mons. Rebolledo una respuesta en el crecimiento de “comunidades vivas, donde la experiencia de Dios se transmita no por imposición o simple tradición, sino mediante el testimonio, la escucha y la cercanía”; comunidades en clave misionera, que “salgan al encuentro” de los que sufren, y que vivan la fe “desde la convicción humilde y firme, sin nostalgias ni triunfalismos”.

Ocho claves para este tiempo

Con el propósito de reforzar el discernimiento pastoral y eclesial ante el escenario actual en Chile, ofreció ocho recomendaciones clave:

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  • Aceptar con realismo y esperanza que estamos en un tiempo de minorías creativas desde la fe.

  • Promover una pastoral de iniciación y acompañamiento personal, centrado en Jesucristo y su Evangelio, en la que los sacramentos constituyan el lugar natural y necesario de encuentro comunitario con el Señor, y en el que la vida fraterna sea instancias de comunión y sentido, así como un camino de sanación y fraternidad.

  • Fomentar comunidades pequeñas pero significativas, donde la fe se viva como experiencia vital compartida y no como mera identidad cultural.

  • Acoger fraternalmente a hermanas y hermanos provenientes de otras latitudes, apreciando y valorando su cultura, tradiciones religiosas e incorporando valores de sus propias comunidades de origen.

  • Cuidar y fortalecer la familia, como primera comunidad cristiana, lugar privilegiado -en especial para las niñas y niños- para el cultivo y la enseñanza de las verdades y valores evangélicos.

  • Dedicar espacio, tiempo y medios a la evangelización de los jóvenes, convocados en parroquias, colegios, universidades y movimientos apostólicos; desafiándolos a acercarse especialmente a aquellos otros jóvenes que, por diversos motivos, se han alejado del Señor, de la Iglesia y de las comunidades.

  • Apreciar, promover y acompañar la Piedad Popular como instancia especialmente valiosa en la vivencia de la fe, que vivamente se expresa en la masiva participación en fiestas que celebran a Cristo, la Virgen María y santos a lo largo del país.

  • Reconocer y dialogar con las nuevas espiritualidades, no desde el miedo ni el rechazo, sino del testimonio humilde y confiado de quienes han encontrado a Cristo “el Camino, la Verdad y la Vida”.

“Creer es un acto de libertad y amor. ¡Es un sí silencioso, cotidiano y esperanzado!” concluyó el Presidente de la CECH, rogando “que tengamos la lucidez y la valentía para acompañar esa fe pequeña, pero auténtica” y que “¡Junto al Señor, podamos ofrecer al mundo -incluso en la incertidumbre- el horizonte de la esperanza cristiana!”.

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