Los presos siempre ocuparon un lugar especial en el corazón del Papa Francisco, algo que no dejó de mostrar a lo largo de su pontificado.
Los visitó en los diferentes países a los que viajó e incluso decidió abrir él mismo una Puerta Santa, por primera vez en la historia, en la cárcel de Rebibbia por el Jubileo de la Esperanza.
En su primera Semana Santa tras ser elegido Pontífice, en el año 2013, se trasladó a la cárcel para lavar los pies a los presos, un gesto que repitió cada año hasta su último Jueves Santo, cuatro días antes de morir.
El pasado 17 de abril, en medio de su fragilidad, visitó a los presos de la cárcel Regina Coeli, cercana al Vaticano, testimonio de su incansable defensa de la dignidad humana y su predilección por los descartados.
El P. Raffaele Grimaldi, inspector de los capellanes de las cárceles italianas destacó en conversación con ACI Prensa que este gesto del Santo Padre, cargado de simbolismo, es una muestra de que “su atención hacia los últimos y hacia los pobres la manifestó hasta el último día”.